Un proyecto de la Universidad de Brown ha dejado claro los efectos del confinamiento sobre la población. El número de hospitalizados por síntomas relacionados con la ingesta de alcohol en riñones e intestinos ha crecido casi un 60 % desde el inicio de la pandemia.
A pesar de que el número de enfermos en consulta se redujo un 27 % a causa de las limitaciones de acceso a los hospitales, los diagnósticos de hepatitis asociados al exceso de alcohol, como cirrosis o gastritis, no han dejado de aumentar a lo largo de todo el año.
Soledad y depresión
Los investigadores se han mostrado convencidos del origen psicológico de estas afecciones. La llegada del confinamiento, la pérdida de empleo o la distancia social, parece que ha inclinado a un gran sector de la población hacia el consumo de alcohol como paliativo frente a estos obstáculos.
También se ha percibido como el grueso de las consultas llegaron justo después de las cinco semanas posteriores a la instauración de las medidas de aislamiento. Este lapso de tiempo es similar al necesario para notar la aparición de los primeros síntomas en enfermedades relacionadas con intoxicaciones etílicas, lo que confirma que el inicio de la pandemia marcó la exposición a la bebida para una gran parte de la población.
Sin tregua tras el confinamiento
Una vez superada la etapa más dura de las restricciones, las hospitalizaciones relacionadas con dolencias hepáticas y gastrointestinales por alcohol continuaron al alza, con el doble de casos de hepatitis alcohólicas frente a las cifras de 2019.
Los científicos se han mostrado preocupados, ya que están convencidos de que el impacto de estas enfermedades es mucho mayor del calculado. Según han afirmado, muchas personas con síntomas similares no son ingresadas de inmediato, por lo que puede existir una estadística sumergida de casos sin contabilizar.