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Broncearse con aceite de coco o zanahoria tiene poco sentido y puede resultar bastante peligroso

Con el inicio del verano crece la oferta de bronceadores y protectores solares con productos naturales, aunque no todos son lo que parecen

Ricard Peña

Aceite de coco usado como bronceador y protector solar / PIXABAY

Cada verano aparecen productos naturales que, de forma milagrosa, se convierten en las lociones perfectas para conseguir un bronceado ideal, o bien, proteger la piel frente a los rayos del sol. En estos últimos años se ha pasado del licopeno de los tomates, el aceite de argán y el de ricino. Y este verano, el éxito viene de la mano del aceite de coco y las cremas con base de zanahoria. 

Sin embargo, los especialistas recuerdan que  el oscurecimiento de la piel no es más que una respuesta de estrés ante las radiaciones solares con efectos perjudiciales para la salud a medio y largo plazo. Por eso, la búsqueda del bronceado en cabinas de rayos ultravioleta supone una tendencia estética considerada perjudicial por la Academia Española de Dermatología y Venereología. 

El engaño del aceite de coco 

Una rápida búsqueda en Google sobre los supuestos beneficios del aceite de coco para el bronceado proporciona como respuesta páginas y páginas con diferentes artículos. Sobre las propiedades que algunos le atribuyen destaca una protección entre un 20 % y un 75 % de los rayos ultravioleta. “Pero no existe fundamento científico sobre estas propiedades. El cuerpo necesita muy poca vitamina D, de hecho, con ocho minutos de exposición al sol de una cuarta parte de nuestra piel es suficiente. Aunque la gente se recubra de protector solar, sigue sintetizando esta vitamina”, explica Lorea Bagazgoitia, dermatóloga y autora del libro Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel.

Respecto a la capacidad del aceite de coco como bronceador y loción protectora, tampoco existen evidencias científicas que la avalen. De hecho, puede resultar muy peligroso. “El aceite de coco es genial para cuidar el cabello o como crema hidratante, pero nunca para tomar el sol. Se trata de grasas con un alto nivel biológico, por lo que si se calientan, literalmente puedes freírte”, señala la doctora en dermatología Gloria Abad del Centro Médico Teknon. No obstante, estas grasas sí pueden cumplir con una función de aliviar las quemaduras solares, pero eso es todo. 

Una mujer en la playa bajo los rayos del sol / PIXABAY

La zanahoria tampoco cumple

Otro gran mito, aunque este viene de lejos, es el del uso de la zanahoria como bronceador natural. Algunos consideran que con un par de aplicaciones de puré de zanahoria con aceite la piel comienza a adoptar un tono oscuro. Aunque la doctora Abad asegura que  este efecto es una oxidación natural del betacaroteno, el colorante característico de esta hortaliza. Al ser absorbido por la capa superficial de la piel, ésta comienza a incorporar un  matiz naranja. Pero esta pigmentación no protege realmente contra el sol, ya que no sustituye a la melanina, ni dura demasiado. Este colorante en pastillas sí que puede ayudar a la piel a recuperarse. 

“Un protector solar protege contra el 98 % de la radiación nociva del sol. A día de hoy no existe ningún alimento o sustancia natural que tenga una capacidad similar, por lo que desde la ciencia no se puede recomendar ninguna alternativa a la crema clásica”, remarca la dermatóloga Bagazgoitia. 

Tipos de piel 

Algunos naturópatas defienden que la poca eficacia de estas lociones caseras depende del color natural de la piel que tenga cada individuo. “El concepto color de piel ya no existe, se habla de fototipo y hay seis diferentes, con mayor o menor resistencia al impacto solar, pero esto sólo afecta al tipo de cuidado que debe llevar cada persona frente a una exposición solar. Ningún producto natural será mejor o peor por el fototipo de cada uno. Si funciona, funciona y si no, nunca lo hará”, matiza a Consumidor Global Abad.

Los expertos recuerdan que cada persona tiene un tono natural que no debería cambiar por una simple moda. “Se ha demostrado que la gente le tiene más miedo a las arrugas que al cáncer de piel y eso no puede ser. Debemos ser conscientes de los riesgos de exponer nuestra piel al sol y actuar en consecuencia”, zanja Bagazgoitia.