En el año 2023, los hogares españoles desperdiciaron 1.183,42 millones de kilos/litros de alimentos, lo que equivale a una media de, aproximadamente, 28 kilos por persona. Las cifras son frías y asépticas, pero la visión de miles de cubos basura llenos a rebosar de comida en buen estado (que es lo que representan) resulta lacerante, sobre todo si se tiene en cuenta que el dato supone un ligero aumento respecto al año anterior y que en España hay más de 12 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social.
A pesar del sonrojo y de las palabras solemnes, las entidades especializadas en la materia consideran que ni las autoridades ni los partidos han dedicado todos los esfuerzos necesarios, puesto que la futura Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario se encuentra aún en trámite parlamentario. Así, la Federación de Consumidores y Usuarios CECU denunció a finales de septiembre que el texto del proyecto de ley había quedado paralizado con la disolución de las Cortes tras la convocatoria de las elecciones del 23 de julio de 2023.
Prevenir el desperdicio alimentario
Desde CECU consideran que la prevención debería ser la prioridad número uno para evitar el desperdicio en cada una de las fases de la cadena alimentaria. “Y, en caso de que se produzca, será necesario buscar las soluciones necesarias para gestionar los excedentes de acuerdo a las prioridades establecidas por Europa y organismos multilaterales”, alegaron.
Otro melón que tocará abordar en el futuro es que “el texto carece de dotación presupuestaria que ayude a propiciar las condiciones necesarias para que todas las personas, empresas y administraciones implicadas en cada eslabón de la cadena puedan cumplir los requisitos de la futura ley”, así que es posible que, cuando por fin se repartan, las cartas estén marcadas.
Comprar mejor
“Creemos que esta ley podría ayudar a las personas consumidoras a comprar de una forma que evitase el desperdicio, sobre todo sobre todo en cuanto a la forma en la que se disponen los alimentos”, explica a este medio Eduardo Montero, responsable del área de alimentación de CECU. “Por ejemplo, con la promoción de los productos a granel, o con las unidades en las que vienen: muchos productos hoy se nos ofertan en multi-packs que luego se nos caducan”, argumenta.
El granel es, de hecho, uno de los grandes reivindicados, puesto que puede ayudar a los consumidores no solo a evitar el desperdicio y el uso de plásticos, sino a ahorrar en su cesta, ya que adquirirían la cantidad que considerasen justa y necesaria. Además, si se hace bien, permitiría probar una mayor variedad de alimentos en dosis más pequeñas, favoreciendo una alimentación más variada.
El salvavidas del plato cocinado
Por tipos, los hogares españoles desperdiciaron más productos sin elaborar que platos cocinados: un 76,4% frente un 23,6%. A pesar de ello, el desperdicio de los platos cocinados, que en muchos hogares suponen un atajo o incluso un salvavidas, aumenta más de dos puntos con respecto al año anterior.
En cuanto al desglose por alimentos, los datos del ministerio detallan que en 2023 se registró un mejor aprovechamiento de frutas, hortalizas y pasta (28.520 kilos menos de desperdicio) frente a la leche y derivados lácteos, legumbres y carnes frescas (4.920 kilos más de desperdicio).
Quiénes tiran más comida
Según un estudio publicado en la revista Frontiers in Nutrition del que se hacía eco Consumer, entre las familias con hijos, las que más víveres tiran a la basura son las que tienen niños pequeños y adolescentes; mientras que las monoparentales y las que ya tienen hijos mayores son las que menos.
Este perfil debería ayudar a las empresas a descifrar bajo qué formatos deberían llevar sus productos hasta los lineales. Con todo, es evidente que es una cuestión de planificación y de tiempo, e incluso de cierta maña: como recuerdan en Consumer, saber cocinar con sobras es absolutamente clave.
Ofertas en restauración y hostelería
Isabel Sánchez, profesora de la Universidad Carlemany, indica a Consumidor Global que la ausencia de una ley puede significar que tanto empresas como consumidores continúen sin adoptar “prácticas eficientes para reducir el desperdicio de alimentos”. Añade que en países donde ya existe este tipo de legislación “hay una mayor conciencia sobre el valor de los alimentos y la necesidad de optimizar su uso, lo que puede generar hábitos más sostenibles en los consumidores, como planificar mejor las compras o aprovechar ofertas sin contribuir al desperdicio”.
Asimismo, considera que, cuando finalmente se apruebe, “el consumidor podría ahorrar mediante ofertas y promociones ligadas a la reducción del desperdicio”. Se trata, en este punto, de fomentar las ofertas de productos que vayan a caducar próximamente, puesto que muchas veces las ofertas no son lo suficientemente atractivas para un alimento que está a punto de estropearse.
Ahorro de hasta un 50%
En este sentido, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizó en el año 2022 un estudio financiado por el Ministerio de Consumo que reflejaba que los descuentos en los alimentos rebajados por pronta caducidad variaba entre un 20% y un 50% en función de la cadena.
Los mayores chollos, del 50%, se podían encontrar a cadenas como Carrefour, Cash Fresh, La Despensa, Ahorramas, Supeco, Froiz, Mas y Family Cash, mientras que, a nivel nacional, en Alcampo y Condis la rebaja media era solo del 38%. Por último, en Bon Preu, Caprabo, Economy Cash, Lidl, Aldi, el Grupo Dia, Charter, Consum y Coaliment la cifra se reducía al 30%.
El papel de los distribuidores
Con todo, la gran distribución cree que está haciendo las cosas bien: la Asociación de Distribuidores y Fabricantes AECOC reveló recientemente que 9 de cada 10 empresas fabricantes y distribuidoras de alimentos ya están estableciendo estrategias de disminución del desperdicio alimentario.
A juicio de esta entidad, este año se ha reducido el desperdicio de alimentos del 1,77% al 0,66% del total comercializado.
“Tenemos que ser expertos”
“Creo que en general los consumidores son suficientemente conscientes de esta y de otras muchas problemáticas. Lo que sucede es que tenemos que ser expertos en muchas temáticas, y eso nos impide poder tener buenas prácticas de consumo”, critica Montero.
“Pero lo vemos en los datos: según las cifras del ministerio, cerca de un 4% de los alimentos que compramos acaban en la basura”, afirma. “Creo que a nadie le gusta tirar comida, pero es evidente que se debe atender los condicionantes: cómo la compras, en qué estado la compras, cuánto tiempo tienes para cocinarla o para recuperar sobras…”.
En hostelería, considera, también tendría sentido implementar menús con menor cantidad a menor precio. “Se trata de establecer una serie de prácticas que abarquen a la distribución y a la industria para que se faciliten las cosas a los consumidores”, remarca.