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Jamileth, empleada del hogar: “Cuida de quien te cuida, no me pagues en B y dame intimidad”
Las decisiones de contratación de servicios domésticos tienen un impacto directo en las condiciones laborales: exploramos con varias profesionales cuestiones como el pago digno o la importancia de respetar los horarios
En 2011, Jamileth Chavarría abandonó su Nicaragua natal, lo dejó todo y se alejó de su familia. La precariedad le impulsó a buscar oportunidades de trabajo en España, donde no tardó en dar con uno como empleada del hogar interna. Por aquel entonces, su desconocimiento de los derechos laborales y las condiciones en las que se encontraba la sumieron en una difícil realidad durante cuatro años. Durmiendo en un colchón tirado en el salón de una casa ajena y realizando tareas fuera de su horario, sin protección social, Jamileth experimentó una situación de desamparo que refleja las dificultades de este trabajo.
En 2017, se unió a La Comala, una cooperativa asociada de iniciativa social y sin ánimo de lucro que recibe apoyo de la fundación Calala, la cual promueve los derechos de las mujeres . “Las empleadas del hogar de la cooperativa nos organizamos para ser nuestras propias jefas, administrar los tiempos, conciliar la vida y para poner nuestras propias reglas. Seguimos haciendo el trabajo de los hogares y los cuidados, pero en el Régimen General. Ya no estamos en el apéndice del Régimen Especial”, expone la empleada a Consumidor Global.
¿Qué es ser empleada del hogar?
Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), desde 2012, el número de empleados del hogar afiliados al Régimen Especial para Empleados del Hogar –en este régimen, las trabajadoras cotizan en función de las horas efectivamente trabajadas y sólo lo hacen aquellas que trabajan para un empleador durante al menos 80 horas al mes–, ha ido disminuyendo progresivamente.
“La empleada del hogar hace las tareas para que la vida de una familia que no es la suya continúe tranquilamente. Cuidamos el inicio y el final de la vida, por ello queremos que se respete nuestra labor como un trabajo decente”, expresa. “Yo lavo, cocino, hago la colada, plancho, cuido, etc. Hasta hago de fontanera, aunque ese no es mi trabajo”, resalta la empleada del hogar a este medio.
La 'esclavitud moderna'
“Sin embargo, lo que más cuestionamos es el trabajo de interna porque aunque tengas dos horas libres en las 24 que dura el día, lo cierto es que no descansas. Terminas durmiendo hasta que la persona que cuidas se duerme. Vendemos nuestro tiempo a cambio de dinero, y la vida es tiempo”, reconoce. “También es muy importante la intimidad. Vives en una casa ajena, pero tienes que tener tu espacio. La realidad es que nunca tienes tiempo para ti”, remarca.
A estas condiciones se le suma la falta de contratación digna. De hecho, según la EPA, casi cuatro de cada diez empleados del hogar trabaja sin contrato laboral en España y, por tanto, no están cotizando en la Seguridad Social. “El 98% que nos dedicamos al trabajo del hogar y los cuidados somos migrantes y muchas de estas personas llegan sin los papeles en regla, por lo que no se les puede hacer un contrato digno que les garantice un salario mínimo, y esto les condena a una situación de explotación”, puntualiza Jamileth.
Un contrato digno
Jamileth argumenta que, a la hora de contratar a una empleada de hogar, lo más adecuado es acudir a una asociación o a una cooperativa en lugar de buscarla a través del boca a boca. “Lo ideal es buscar empresas donde ofrezcan a compañeras que ya tienen sus papeles en regla, que van a poder crear una serie de derechos como el derecho a paro, a vacaciones, el alta en el Sistema de Seguridad Social, el reparo de accidentes, la tramitación de altas y bajas, el control y emisión de nóminas, etc”, enumera.
“El salario mínimo de la empleada del hogar ronda los 1.323 euros al mes”, subraya la trabajadora. “Es necesario una nómina que tenga el salario mínimo interprofesional. La cooperativa es la que se encarga de hacer el contrato, de esta manera, no es necesario que el consumidor se adentre en ese engorroso lío haciendo el contrato a la persona particular”, añade.
"No me pagues en B"
“No necesitamos empatía, necesitamos justicia. Necesitamos que los salarios sean reales, que no estamos pidiendo peras al olmo”, exige Jamileth. “Muchas de nosotras, al ver que no llegamos al mínimo, piden dinero en B. Esto, sin embargo, es un gran error. Estamos moviendo el dinero fuera de la hucha. Sí, voy a tener un dinero extra, pero a costa de qué. Nosotras no estamos a favor del pago en B”, declara.
Como consumidor, además de ofrecer un salario digno y una contratación justa, dentro del hogar también se deben cumplir unos mínimos requisitos. “La confianza es muy importante. Hablar con claridad. ¿Qué quiero de tu trabajo? ¿Qué quiero que se priorice? Porque a veces te contratan dos horas y quieren que le limpies la casa y en dos horas no se puede. Hay que tener conciencia en la redistribución de los tiempos al servicio de los cuidados, que no es sólo limpiar la habitación, es también la estimulación emocional”, recuerda la empleada.
Los requisitos como consumidor
Cony Carranza, oriunda de El Salvador, se define actualmente como educadora popular feminista antirracista, pero hace 12 años era una empleada del hogar. “A día de hoy trabajo con mujeres que están en el trabajo de hogar y cuidados, y ayudo a que tengan unas buenas condiciones laborales. No sólo ellas tienen que cumplir unos requerimientos para ser contratadas, también los empleadores deben cumplir unos mínimos”, comenta.
Para ello, ha creado un cartel de “se busca”, para que aquella empleada del hogar pueda trabajar en una situación honrada y respetable. “Se busca una familia de bien y honesta, que no permita que sus hijos me insulten o me humillen. Dar valor a los cuidados. No a a la esclavitud moderna. Ni chacha, ni tu chica: trabajadora de hogar. Cuida a quien te cuida. Mi trabajo no incluye servicios sexuales. Mi día también tiene 24 horas”, se puede leer en dicho cartel.
"No somos robots de limpieza"
“No somos robots de limpieza, es importante humanizar nuestro trabajo”, subraya Cony. Cabe destacar que, según la EPA, el 95,57% de los trabajadores del Sistema Especial para Empleados de Hogar son mujeres, un 80,75% tiene más de 40 años, y uno de cada dos tiene más de 50 años.
“¿Por qué me contratan a mí? ¿Porque soy buena cuidadora o porque hay más confianza en que el trabajo lo realice mejor una mujer que un hombre? Debería haber más cuidadores, porque hay buenos cuidadores, hay gente profesional que hace bien su trabajo. ¿Hace falta ese cambio social? Pues sí, muchos cambios”, reflexiona por último Jamileth.
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