Hacer reformas en casa y darle un lavado de cara a nuestro hogar es una ilusión que puede terminar en pesadilla. Para evitar sorpresas, lo mejor es no pagar toda la obra por adelantado, pedir dos o tres presupuestos cerrados y acordar el precio con impuestos incluidos.
Y es que los expertos del sector de la reforma y la reparación advierten de la posibilidad de que todo termine en una chapuza si se improvisa y no se contrata a una empresa con profesionales acreditados para, por ejemplo, cambiar la bañera por una ducha, ganar espacio en la cocina, redistribuir el espacio o renovar la tarima o los marcos de las puertas y ventanas.
Cómo reclamar ante una obra mal hecha
Si la duración de la obra, su importe o la calidad de los materiales no se ajusta a lo presupuestado, que es lo que genera la mayoría de las quejas, se puede reclamar, pero lo mejor es intentar llegar a un acuerdo amistoso para subsanar esos problemas. En ello coinciden los expertos de la plataforma del sector de la reforma y reparación habitissimo.es, que también emplazan, si no hay respuesta a esa petición, a dirigirse a un abogado especializado en Derecho Civil para asesorarse y estudiar las distintas opciones para denunciar la situación.
Aunque también cabe la posibilidad de dirigirse al sistema de arbitraje en la Oficina de Consumo de la comunidad autónoma correspondiente, que son eficaces para resolver conflictos. En cualquier caso, todo será mucho más fácil si existe un contrato.
La importancia del contrato y la factura
Si no habido contrato de por medio, se hace muy difícil llevar a buen puerto cualquier intento de reclamación. En ese caso hay que ser aún más meticuloso a la hora de aportar correos, WhatsApps o pruebas escritas donde se hayan comprometido ambas partes a un presupuesto con unos rendimientos por día, plazos y unas calidades determinadas.
Si no hay presupuesto ni contrato para evitar pagar impuestos y el albañil o fontanero no está dado de alta en la seguridad social, hay que ser consciente de que ambas partes habrán cometido una ilegilidad, con lo que si se denuncia sufrirían ambas partes las consecuencias del error. Por eso, cuando uno se plantea una obra, según los técnicos, no merece la pena el ahorro teórico de los impuestos respecto a la pérdida de derechos que supone en la practica, porque la probabilidad de que tenga problemas es más grande.