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Por qué nos hace felices ver las luces de navidad, según la psicología
Parece que las luces tienen un poder casi místico, estas siempre se han relacionado con lo espiritual y mágico, pero es que además tienen un efecto bastante positivo en nosotros y así lo revela la ciencia
Un tenue halo de luz apareció en las misteriosas fotografías tomadas durante las supuestas apariciones de la Virgen en San Lorenzo de El Escorial allá por 1981, cuando muchas personas afirmaban haber visto un punto de luz blanca suspendido en el aire.
Muchos fueron los que hablaron de la energía que se escondía detrás de este fenómeno, pero apartando el tema de lo religioso y lo científico. Lo cierto es que todos los testigos oculares asociaban el visionado de esa luz a un sentimiento profundo de calma y felicidad.
El poder de la luz, de lo místico a lo emotivo
Unos sucesos muy ligados a lo religioso, pero que hacen ver cómo la luz puede desprender un aura casi mística y provocar ciertas emociones en nosotros. Bien es cierto que el poder de la luz es algo presente en múltiples aspectos, de hecho en los últimos tiempos se han popularizado las luces de distintos colores para el hogar que invitan al descanso según su intensidad o color.
Estas prometen adaptarse a tu estado de ánimo, logrando calmar tu sistema nervioso a solo un golpe de mando a distancia. Esto nos invita a reflexionar sobre la experiencia común que nos supone ver luces de Navidad, algo que se ha podido corroborar hace solo un día cuando cintos de miles de ciudadanos salían a ver el primer alumbrado navideño de su ciudad.
El alumbrado de las luces Navideñas puede provocar sensación de felicidad
No son pocos los que soportaron el frío, las aglomeraciones y la espera con tal de ver esas luces iluminarse al unísono. Si hay algo en lo que coinciden todas estas personas, es que todo mereció la pena por ver aquellas luces brillar. Y es que las luces navideñas tienen ese poder de brindar felicidad a quien las observa, lo que nos hace pensar irremediablemente en la sinestesia, esa conexión entre sentidos que nos lleva a percibir una sensación como resultado de otra distinta.
Al hilo de eso nos surge la pregunta: ¿Podría la luz evocar el aroma de la Navidad o despertar recuerdos felices de otros tiempos pasados? La respuesta es rotunda y afirmativa para muchos. Y esto lo saben los alcaldes de las respectivas ciudades españolas que cada año compiten por presentar el espectáculo de luces navideñas más imponente, transformando esta tradición en un atractivo turístico y económico.
¿Qué dice la ciencia sobre el efecto de las luces?
Es una realidad, las luces de Navidad pueden alegrar a muchas más personas de las que entristece, porque al ser humano le gusta la luz, lo cual no debería ser sorpresa al tener en cuenta que el Sol nos mantiene vivos, dándonos luz y calor.
“Podemos cambiar de dieta, pero una ligera variación en la radiación que nos llega del Sol acabaría con la vida de un plumazo. Puede afirmarse con rotundidad que la luz y sus radiaciones hermanas (infrarrojo y ultravioleta) constituyen nuestro alimento primordial”, expresó Antonio Peña, catedrático de ingeniería eléctrica de la Universidad de Granada, en el medio ‘The Conversation’. Debido a esto, se puede relacionar el alumbrado navideño con la felicidad y la sensación de bienestar, especialmente en aquellos que viven los alumbrados como un rito emotivo inherente a la Navidad.
La luz nos conecta con emociones positivas y tiene un impacto profundo en el ánimo humano. Una mañana soleada, con cielos despejados, eleva el espíritu más que un día gris. Esta relación con la luz explica por qué tantos jubilados del norte de Europa eligen España para disfrutar de sus días, atraídos por su luminosidad natural.
Efectos adversos de las luces de Navidad en la salud
Además, la dispersión de la luz en la atmósfera —más acusada con tonos azules— contribuye al desperdicio energético, ya que parte de esa iluminación no llega a los ojos humanos. La contaminación lumínica es otro problema importante: afecta la vida silvestre, altera los ritmos circadianos y dificulta las observaciones astronómicas. Aunque la normativa española intenta controlar este fenómeno, el alumbrado festivo suele quedar fuera de las restricciones.
Un exceso de luz puede generar estrés al alterar los ciclos naturales del cuerpo. La exposición nocturna a iluminación intensa interrumpe la producción de melatonina, necesaria para el descanso, y aumenta los niveles de cortisol, asociado al estrés y la actividad.
El lado positivo de la luz
Más allá de los retos, hay un aspecto indiscutible: las luces navideñas hacen felices a muchas personas.
El alumbrado festivo aprovecha esta conexión emocional. En ciudades como Madrid, se diseñan espectáculos de luces que atraen a miles de personas, convirtiendo el encendido en un evento esperado año tras año. Aunque no sabemos con exactitud cuánta luz necesitamos para sentirnos seguros o felices, está claro que su influencia en nuestras emociones y recuerdos es significativa cuando asociamos estas a la Navidad.
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