¿Alguna vez has sentido que una imagen te provoca tanto disgusto o incomodidad, pero que no puedes apartar la vista por perturbador o incómodo que te resulte? Esta disociación entre lo que dices que quieres ver, quieres y entre lo que finalmente observas o incluso consumes no se trata de mera incoherencia entre tus gustos y apetencias, va más allá, tiene nombre y pese a lo extraño que puede parecer… también posee cierto trasfondo psicológico.
El término al que se alude en cuestión es el 'Hate-watching’, que si bien se acuñó planteándolo como una forma de aludir a lo que pasaba con ciertas audiencias en el mundo de la televisión, lo cierto es que actualmente esto ocurre incluso más en redes sociales.
¿Se puede odiar y no dejar de consumir un contenido?
Y es que la definición exacta de esta palabra anglófila hace referencia a la existencia de un grupo de espectadores o personas que no sintonizan sus programas favoritos o que no siguen a sus creadores de contenido o influencers preferidos para disfrutar, sino para criticarlos. Algunos incluso encuentran algo placentero al experimentar abiertamente la sensación de disgusto y enfado a través del propio contenido que ellos mismos visualizan de forma libre y elegida.
¿Pero cómo es posible que estas personas encuentren un extraño placer en ver contenido de personas que detestan? Convirtiéndose en los principales responsables de que muchos de los formatos televisivos o contenidos en Instagram y TikTok —de sus influencers más odiados por excelencia— sigan teniendo éxito.
El ‘Hate-Watching’: origen de los ‘haters’ y de las poderosas audiencias de los reality shows
Este fenómeno, conocido como hate-watching, es algo que cadenas como Telecinco entienden qué ocurre en algunos programas de reality shows o corazón. Saben que la indiferencia, no el desdén, es su verdadero enemigo.
La abundancia de contenido audiovisual disponible, ya sea en formato de series, programas de entretenimiento, así como la pluralidad de perfiles de creadores de contenido en redes sociales, tiene parte de culpa de que ocurra esto. Combinar hábitos de consumo cada vez más volátiles con otros rasgos psicológicos muy concretos y propios de una sociedad insatisfecha crónicamente: sentimientos como pueden ser la envidia, el gusto por el juicio y la crítica al prójimo o incluso una forma inconsciente de proyectar la vida que ellos mismos no se atreverían a vivir o a la que no tienen acceso.
Una conducta extraña y cada vez más extendida
Este curioso comportamiento llamado hate-watching trasciende la relación tradicional entre el espectador y los medios o redes sociales, y se define como el acto de "no querer dejar de verlo aunque te desagrade profundamente".
Según la agencia de medios Zenith Media, este término hate-watching se refiere a esa forma peculiar de ver contenidos en la que el espectador elige un contenido que considera aburrido, superficial, irritante o incluso ofensivo, pero no puede evitar consumirlo porque lo que más necesita es vomitar su odio hacia los que lo protagonizan. Es el caso de quienes siguen fielmente realities que critican abiertamente o series e influencers que consideran poco inteligentes o insoportables.
Por qué seguimos viendo lo que odiamos, según la psicología
Este sentido final de emitir una crítica nace de esta expansión del ecosistema de las redes sociales, donde los usuarios tienen todo un mundo de posibilidades para exorcizar su pensamiento crítico en una plataforma que les permite comentar sin filtros, ya sea de forma positiva o negativas.
Aunque podría parecer lógico simplemente cambiar de canal, el hate-watcher encuentra una extraña satisfacción en seguir estos programas. Por ejemplo, los realities de alta audiencia como Supervivientes son un claro ejemplo de cómo este fenómeno alimenta su éxito. El espectador se siente moralmente superior a los participantes, utiliza el contenido como una válvula de escape para sus frustraciones personales y encuentra temas de conversación para socializar.
El hate-watching no solo alimenta una relación de amor-odio con el contenido televisivo, sino que también destaca un aspecto irónico: aquellos que más critican un programa suelen ser sus espectadores más fieles. Al final, para estas personas, la vida sin algo que reprobar frente a la pantalla quizás sería, aunque parezca increíble, demasiado aburrida.
El origen del término
El concepto de hate-watching se popularizó en un artículo de 2012 en The New Yorker, donde la periodista explicó este comportamiento, tomando como ejemplo la serie Smash. La escritora criticaba con vehemencia varios aspectos del programa, pero confesaba estar enganchada. "¿Por qué veo una serie que me irrita? En el fondo, estoy disfrutándola", admitía.
Así, el hate-watching se posiciona en un delicado equilibrio entre la satisfacción y la irritación. El pódcast de Podimo llamado ‘La Vida y Tal’ protagonizado por Ana Milán y Sebastián Gallego, también hacía referencia a esta práctica cuando una oyente les mandaba un audio haciendo referencia a ser incapaz de dejar de quedar con un conocido que en el fondo detesta con todo su ser.
Un fenómeno que muchos han sabido rentabilizar
De hecho, hate-watching encuentra su esencia en el enfrentamiento entre fans apasionados y detractores acérrimos, una dinámica que alimenta conversaciones y aumenta la visibilidad del contenido en cuestión. El fenómeno no se limita a la pequeña pantalla. En política, ciertos partidos aprovechan la indignación para amplificar su mensaje a través de redes sociales.
La estrategia consiste en generar polémica para aumentar su alcance, ya que la indignación compartida por los usuarios termina siendo una poderosa herramienta de difusión. Así, incluso un mensaje criticado intensamente puede lograr una mayor repercusión gracias a quienes lo comparten, aunque sea para condenarlo.
Dulceida y su ejército de 'hate -watchers'
Esto lo pudimos ver cuando la influencer Dulceida compartió la primera foto con su hija recién nacida desde el hospital con un fuet Espetec de marca Casa Tarradellas con un mensaje en el que explicaba que estaba deseando comer dicho alimento después de 9 meses de prohibición por la toxoplasmosis.
Los usuarios no dudaron en criticarla con fiereza a través de comentarios. Su post más maternal se plagó de burlas y criticas que la acusaban de sacar rédito comercial hasta de la primera a foto de su hija. Lo que en Consumidor Global nos hizo plantearnos cómo esta oleada de comentarios negativos se contaban por cientos, y lo peor, todas estas voces críticas eran parte de su propia comunidad de seguidores. Algo que nos lleva a la idea de qué, publicidad o no, su nivel de engagement subió a cuotas insospechadas gracias a todas estas voces críticas que tanto la demonizaban mientras miraban su foto.