La DANA ha sido la mayor tragedia por causas meteorológicas en décadas en España. Inundaciones inauditas y lluvias descontroladas que desolaron a Castilla-La Mancha, Andalucía y en especial a la Comunidad Valenciana, la zona cero y más afectada.
Una catástrofe que ocurría el martes por la tarde y que ha hecho que Valencia se vea obligada a hacer frente en solo seis días a cientos de víctimas mortales, numerosos desaparecidos, infraestructuras destrozadas y centenares de casas reducidas a escombros, barro y esqueletos en riesgo de derrumbamiento.
Valencia sufre la mayor catástrofe en décadas
Una herida emocional que ha conmocionado a todo un país y que ha dejado a los afectados en una terrible situación de desamparo y vulnerabilidad psicológica. Un impacto psicológico duradero que lejos de la magnitud de la importancia de las pérdidas materiales, dónde muchos ciudadanos se encuentran sin sus cosas, con sus viviendas y negocios destrozados, a esta problemática le acompaña a la gravedad de las pérdidas humanas.
La DANA ha dejado un legado de sufrimiento demasiado pesado en el que es importante poner el foco. Bien es cierto, que lo primeros días tras la catástrofe la prioridad estaba en el rescate y el salvamento de personas, así como asegurarse de cubrir sus necesidades básicas vitales tales como tener agua y alimentos que llevarse a la boca así como dormir bajo un techo.
Las víctimas se enfrentan a la pérdida y desaparición de sus seres queridos
Andrés Cuartero, jefe de Psicología del Servicio de Emergencias Médicas de Cataluña (SEM), describe el enfoque psicológico que hay que llevar en estos casos cuando las secuelas de los afectados empiezan a tomar forma: “En la atención a las catástrofes naturales, al restablecer cierto control, comienzan a surgir necesidades psicológicas específicas", comenta sobre el tema.
"Cada persona ha sido impactada de manera diferente. El dolor por la pérdida de un ser querido en estas circunstancias no es esperado ni aislado; debe lidiarse con la identificación de los cuerpos y la comunicación a tiempo de los hallazgos a los familiares, que han podido pasar mucho tiempo desinformados”, relata el psicólogo experto en acompañamiento sobre la importancia de aportar respuestas a todas las personas que siguen buscando de forma desesperadas a sus seres queridos desaparecidos.
Cómo lidiar con la incertidumbre y falta de información
“La incertidumbre prolongada previene el inicio del duelo y genera mucha angustia”, indica el psicólogo. “Los alojamientos temporales para los desplazados se convierten en puntos de caos y socialización de experiencias dolorosas, intensificando el sufrimiento colectivo. Reconstruir hogares, espacios comunes y rutas de tránsito es un proceso emocional largo y arduo, aunque no esté necesariamente vinculado a situaciones de vulnerabilidad social o trastornos mentales”, define sobre el hecho de que pueda llegar a ser un factor desencadenante de este tipo de situaciones.
"Si el malestar persiste con la misma magnitud más allá de tres o cuatro semanas, es momento de pedir ayuda. No es necesario medicalizar. A menudo, basta con el acompañamiento emocional”, apunta Andrés Cuartero, jefe de Psicología del Servicio de Emergencias Médicas de Cataluña sobre la importancia de escucharse a uno mismo y buscar la ayuda de un psicólogo.
Primera fase del duelo, el 'shock' post traumático
Mar Valero Valero, integrante del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana y de Psicoemergencias-Comunitat Valenciana, ha explicado para el medio digital 'ConSalud.es' que ocurre cuando pasa un desastre de esta magnitud. Las personas suelen experimentar una fase inicial de shock junto con una sensación de incredulidad, llegan a sentirse dominados por la emoción de irrealidad.
Es un modo que tiene la mente de defenderse. Esta respuesta, unida a la percepción de falta de control, tiende a desorientarlas, generando un estado de confusión en los primeros momentos. Tras una catástrofe natural de este tipo, los afectados suelen atravesar varias etapas emocionales, un proceso que requiere una intervención psicológica precisa y adaptada a cada persona y su propio drama.
La experta relata lo siguiente: “En el momento en que se emiten avisos de emergencia, las personas suelen experimentar incredulidad ante la posibilidad de que ocurra una catástrofe así. Una vez pasado el impacto, en medio del caos la gran mayoría de personas sabe reaccionar. Muchos son capaces de idear planes de acción, llevar a cabo conductas de lucha por la vida, huida o incluso socorrer a otros”, afirma Valero.
Primeras secuelas físicas y cognitivas en los afectados
Días después, cuando los afectados comienzan a convivir con las secuelas del desastre, las reacciones que presentan estos pacientes suelen oscilar entre los “sentimientos de culpa, la falta de concentración y dificultades para mantener la atención en las tareas diarias” eso si lo analizamos desde el punto de vista cognitivo.
A nivel fisiológico, hablamos de un autentico estado de estrés y alerta: “Aumento del ritmo cardíaco, la presión sanguínea, la tensión muscular, las náuseas, los temblores musculares, la sudoración y sienten escalofríos”, revela de los síntomas que se observan incluso días después.
La importancia de asumir las emociones dolorosas
La tristeza, impotencia, rabia, irritabilidad y nerviosismo van a ser emociones diarias entre los valencianos que han vivido en sus propias carnes el horror de estas inundaciones. “Con estas reacciones tan intensas a nivel emocional y cognitivo, la persona se puede sentir diferente o incomprendida", matiza. Además, en muchos casos se presentará agotamiento físico crónico, pueden presentarse insomnios y/o pesadillas de lo más recurrentes y angustiosas, por lo que van a requerir de mucha comprensión, contención y cariño.
“La intervención psicológica en desastres no es una terapia psicológica, sino un primer acompañamiento psicológico”, enfatiza Valero sobre la importancia de no descuidar las emociones que se vayan sucediendo entre las víctimas las próximas semanas y meses. Los primeros auxilios psicológicos buscan proporcionar alivio emocional inmediato, ayudar a los afectados a ubicarse en la nueva realidad y satisfacer sus necesidades básicas.
Especial cuidado con los grupos vulnerables
Las intervenciones psicológicas en situaciones de desastre deben adaptarse a los distintos perfiles de las personas afectadas, prestando especial atención a grupos vulnerables como niños, adolescentes, adultos mayores, personas con discapacidades o problemas de salud mental previos.
- Cuiado con los niños. “Cuando atendemos a niños, es fundamental ajustar el lenguaje para que nos comprendan, y podemos aplicar primeros auxilios psicológicos a través de juegos o historias adecuadas a su edad”.
- En cuanto a personas mayores o con discapacidades. Valero sugiere una comunicación empática y realista, evitando promesas inciertas: “Es fundamental que se sientan seguros, sin ofrecer garantías de lo que no podemos prever ni prometer que todo se resolverá. Mar Valero Valero, experta en Psicoemergencias de la Comunitat Valenciana, tiene claro que la importancia de preservar la unidad y comunicación entre familiares después del desastre es fundamental.
Sabemos que estar unidos es una tarea muy difícil cuando se están realizando servicios continuos de limpieza de calles y viviendas durante todo el día.
La experta matiza sobre la importancia de que -pese a la gran carga de tareas físicas en situaciones como esta- los grupos vulnerables no se sientan aislados o incomunicados de sus vínculos de referencia: “Siempre que sea posible, es beneficioso asignarles alguna tarea que les permita sentirse útiles, lo que contribuye a su autoestima y resiliencia”, relata sobre estos grupos de riesgos.
Cómo apoyar emocionalmente para acompañar a los afectados por la DANA
Para ayudar a los niños a enfrentar emociones complejas, es clave respetar sus tiempos y necesidades. Permitirles procesar a su ritmo y escucharles sin presionarlos a ser más mayores de lo que son es fundamental.
Es muy necesario dejarles saber que pueden expresarse cuando estén listos y en un ambiente seguro. Sin prisas. Por ejemplo, al abordar temas delicados de forma conjunta delante de otros afectados no preparados para hablar, es útil utilizar frases como: "Lo que dices es importante, pero quizás otros prefieran no hablar de esto ahora. ¿Te parece bien que busquemos otro lugar para comentarlo?”. Esta estrategia facilita un espacio seguro, alentando el diálogo sin incomodar a otras personas y niños.
1. Adaptar el lenguaje según la edad
Cada grupo de edad requiere un enfoque específico para comprender situaciones difíciles. Con los más pequeños, es mejor emplear palabras sencillas y evitar términos que puedan resultar alarmantes, como “catástrofe”, sin una explicación adecuada. Los pequeños son esponjas del entorno, por lo que son capaces de absorber la ansiedad que observan en los adultos.
2. Validar los sentimientos
Es importante incluir un toque de esperanza en las conversaciones a fin de reducir la ansiedad pero sin invalidar lo ocurrido. Mencionar la labor de los voluntarios, los bomberos o el personal médico, por ejemplo, refuerza la confianza en el apoyo comunitario y les recuerda que no están solos, peor nunca debe ser el foco. Hay que recordar que estas personas han perdido mucho y aunque la ayuda siempre es bien recibida, no es un paliativo real de la situación en la que se encuentran.
Es fundamental permitir que los afectados expresen sus emociones sobre lo que ven o escuchan en los medios y su entorno, ya que esto ayuda a liberar tensiones. Frases como “es normal sentirte así” o “parece que esto te hace sentir triste o asustado” les muestran que sus sentimientos son legítimos y naturales dadas las circunstancias.
3. Primeros auxilios psicológicos: Tres pasos esenciales
El acompañamiento psicológico en momentos de crisis debe basarse en tres pasos fundamentales:
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Observar: Estar atentos a los signos de angustia de los afectados, como llantos o temblores por ansiedad, y asegurarse de hacer una contención emocional para hacerles sentirse seguros y tranquilos.
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Escuchar: Dar espacio a estas personas para que expresen sus emociones sin interrupciones. Usar preguntas abiertas como “¿Cómo te sientes?” fomenta una comunicación más espontánea y sin presiones.
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Conectar: Transmitir calma y empatía, si la persona está abatida o sentada en el suelo, como interlocutor deberíamos sentarnos a su nivel a modo de propiciar la sensación de unidad y cercanía.
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Frases de apoyo: Es importante ofrecer frases de apoyo como “Estoy aquí contigo”. En el caso de los niños más pequeños, podemos ofrecerles un objeto de confort, como un peluche, una manta, o un juguete. Una herramienta que puede ayudarles a distraerse e incluso a que se sientan más seguros. Este enfoque contribuye a que los niños puedan expresar y procesar sus emociones de manera saludable a su edad.