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Visitamos la fábrica de La Casera: una bebida histórica, 300 trabajadores y 90.000 latas por hora

La marca, hoy propiedad del grupo japonés Suntory, recuerda su trayectoria y saca pecho de su legado en un evento celebrado en Toledo con motivo de sus 75 años de vida

Juan Manuel Del Olmo

Tinto de verano de La Casera / LA CASERA

¿Alguna vez se ha marchado de un restaurante porque no tenían la bebida que deseaba tomar? Algo así, en una suerte de broma muy hábil rayana en el chantaje, es lo que sugería La Casera que debían hacer los comensales que no encontraran su producto. De este modo, su refresco “transparente, sin azúcar, sin calorías ni cafeína” se dotaba de un aura especial y se volvía necesario para los hosteleros. Consumidor Global ha visitado su fábrica de Toledo con motivo de su 75 aniversario, una efeméride que se ha celebrado por todo lo alto, pues ya son tres cuartos de siglo plenos de arraigo, brindis y burbujas.

Ahora, La Casera se codea en los lineales con una enorme variedad de refrescos de todo pelaje, pero en 1949 en España había escasez. Además, muchos vinos no alcanzaban la categoría de pasables (algo que ha recordado el propio presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page), así que Félix Duffo desarrolló una bebida carbonatada “suave y agradable, con un sabor familiar para la mayoría de los españoles, apto para todos los públicos y que pueda ser consumido sólo o mezclado”.

765 millones de refrescos al año

La Casera llegó a tener 53 fábricas repartidas por toda España, incluida una en Santa Isabel de Guinea. Hoy, en la puerta de la imponente planta de Toledo, un entrañable camión de reparto y un Seat 600 dan la bienvenida, como vestigios orgullosos de todo lo que construyó una marca que se hizo camino en medio de la autarquía y el desarrollismo. Esta fábrica toledana, según han explicado directivos y trabajadores, produce 765 millones de unidades anuales de los distintos refrescos y da empleo directo a unas 300 personas.

Vehículo en la entrada de la fábrica de La Casera / CG

 

“En una época donde todo parece efímero, estamos aquí para celebrar algo que realmente perdura”, ha explicado Alejandro Fuente, director de marketing, en un discurso emocionante y emocionado, en el que ha afirmado que La Casera “no es solo una bebida, es un testigo de cuatro generaciones”. A su juicio, la marca es "una parte esencial en la vida de todos los españoles".

90.000 latas por hora

Visitar el interior de la fábrica significa examinar cómo late el corazón de La Casera. Lo hace con fuerza: la velocidad nominal de producción es de 90.000 latas a la hora. Ya vienen pintadas por el proveedor, y lo que se hace es rellenarlas y cerrar la tapa con un giro de 360 grados aplicando la fuerza justa y necesaria. “A lo mejor, en un turno bueno, sin ninguna parada, podemos sacar 620.000 latas”, ha explicado a este medio uno los trabajadores de la planta. Cada lata de aluminio pesa 9 gramos, así que son artículos muy delicados. Cualquier presión excesiva puede dar al traste con ellos.

Interior de la fábrica de La Casera / CG

“Se trabaja mucho en la frescura del producto”, ha destacado una de las organizadoras de la visita: en ocasiones, solo 4 días después de que el líquido haya entrado en su correspondiente envase, el consumidor ya lo puede encontrar en los lineales.

Eficiencia japonesa

Para lograrlo, la fábrica está dotada de maquinaria moderna (la más antigua es de los años 80 y se fabricó en Logroño, han explicado los trabajadores), cadenas velocísimas y eficiencia japonesa. “Muchos sistemas de gestión vienen de fuera”, han indicado, con las consecuentes exigencias máximas de eficiencia, productividad y seguridad. “Tenemos una filosofía muy japonesa: devolver a la naturaleza lo que nos da”, ha explicado Sara de Pablos, consejera delegada de Suntory Beverage & Food para Iberia.

Y es que La Casera pertenece al grupo nipón Suntory, que en el año 2009 compró la empresa Orangina Schweppes, propietaria a su vez de La Casera (y que también poseía Trina). De hecho, al visitante primerizo le resulta curioso ver aquí y allá referencias y símbolos (cuadros, premios, eslóganes en las paredes) a la cultura japonesa en una fábrica de una ciudad tan española como Toledo. Pero fueron ellos quienes les salvaron: en su discurso, Emiliano García-Page ha reconocido que hubo un momento en el que la situación de la fábrica era tan delicada que corría peligro. Lo que barrió los nubarrones y aseguró la viabilidad fue la entrada del grupo Suntory.

Coñac, anís y Schweppes

En palabras de Fuente, La Casera fue la responsable de llevar “alegría y frescura” a las mesas españolas. Buena parte de su éxito se debió a su versatilidad: en los anuncios de la época la compañía indicaba que se podía mezclar con coñac, con menta o con anís. “Además de ofrecer estas exquisitas combinaciones, es el agua insuperable que no debe faltar en ningún hogar a la hora de las comidas”, proclamaban.

 

En 1957, La Casera se convirtió en el concesionario español de Schweppes, la tónica líder en el mundo, lo que obligó a la compañía a seguir ampliando las plantas.“La alianza con Schweppes fue tan fructífera que se mantiene en la actualidad”, explica La Casera en su web. Con todo, según ha afirmado Fuentes, “la verdadera innovación está en saber mantener viva la tradición”. Esta frase, poderosa, recuerda a otra muy parecida de Jean Jaurès: “La tradición no consiste en la adoración de las cenizas, sino en la trasmisión del fuego”. Aunque sea carbonatado.

Anuncio de La Casera / LA CASERA

Refresco de Cola y álbumes de fútbol

Hoy, el 98% del portfolio de La Casera está compuesto por productos bajos en calorías, pero los éxitos de la marca no se pueden medir en términos nutricionales, de sabor o económicos. O al menos no solo. Por ejemplo, se adelantó a Coca-Cola: en 1981 La Casera presentó el primer refresco de cola sin cafeína de España, “toda una revolución para los padres que buscaban poder ofrecer a sus hijos este sabor sin excitantes ni artificios, para conservar el sueño”, dice la marca en su web. Antes, a finales de los 60, habían aterrizado los sabores de naranja y limón.

Anuncio de La Casera / LA CASERA

Además, su conexión con el mundo del deporte aumentó la estima que le tenían los españoles. De hecho, antes de la llegada de Panini era La Casera la que lanzaba los álbumes de cromos de La Liga (los fans más acérrimos pueden hacerse con alguno en TodoColeccion si están dispuestos a dejarse entre 300 y 700 euros). También hay que hablar de las palabras, y es que nuestro vocabulario debe a La Casera el concepto de tinto de verano, que después adoptaron la mayoría de actores del mercado. Su director de marketing logró demostrar, buceando en la hemeroteca, que ellos fueron los primeros en utilizarlo.

El tinto de verano de La Casera / LA CASERA

El auto de la fortuna

A mediados del siglo XX, según se explica (la autoría de los textos corresponde a Fernando de Córdoba) en una muestra ubicada dentro de las instalaciones de La Casera que es prácticamente un museo, “también se hizo popular ‘El auto de la fortuna’, donde una caravana de La Casera visitaba un domicilio al azar y si tenían una botella de la marca ganaban importantes premios en metálico para la época”. Sin duda, el marketing por el que apostó Duffo también era efervescente.

Hoy, el recuerdo entrañable del pasado se mezcla con la hábil adaptación a las tendencias del presente. La Casera quiere ser icónica, pero también fresca y, por qué no, disputar la mediterraneidad a Estrella Damm. Prueba de ello es el último anuncio de la compañía, obra de Little Spain, la talentosa productora audiovisual en la que C. Tangana continúa enrolado.

Precios y novedades

Además, siguen siendo productos asequibles: la botella de medio litro de gaseosa La Casera se puede comprar por unos 88 céntimos, mientras que la botella de 1,5 litros de tinto de verano con limón ronda los 2,20 euros.

Los últimos en llegar a la familia han sido los Aperitivos de La Casera, un vermut y una sidra en formato lata de 33 centilitros que Carrefour premió en 2023 como una de las mejores innovaciones en el sector del gran consumo. Los probamos, brindamos y esperamos poder volver a hacerlo cuando se alcance la cifra redonda de los 100 años. Y, ahora sí, nos vamos.