Colliure, la localidad francesa en la que murió Antonio Machado, está situada a unos 50 kilómetros de Campmany, un pequeño pueblo del Alto Ampurdán cerca del cual se ubica Terra Remota. Este evocador nombre corresponde a una bodega nacida en 1999 cuyo vino más emblemático se llama Camino. Que se hace al andar lo saben bien los dueños, Marc y Emma Bournazeau, que decidieron cambiar de vida y adquirir una propiedad de 40 hectáreas situada en el extremo noreste de la Península Ibérica.
Él es francés y la familia de su mujer, cuenta Marc Bournazeau a este medio, tenía vínculos con esta zona, así que cuando ambos se enteraron de que el dueño quería vender sus terrenos, decidieron estudiarlos. Los visitaron y se “enamoraron” de ese sitio solitario, situado a 140 metros de altura a nivel del mar y expuesto al viento, con los Pirineos enfrente y el mar a la derecha. Estas características, además, dotaban al suelo de una riqueza particular.
Análisis del suelo y fundación de la bodega
“Hicimos una cata y un análisis científico del suelo en Francia para verlo bien”, rememora Bournazeau. Los resultados les satisficieron: se dieron cuenta de que tenía un marcado carácter granítico. En concreto, advirtieron que se trataba de un suelo que no era fértil y que garantizaba un buen drenaje. “El granito es una piedra clara y por tanto bastante fría, lo que garantiza una acidez y un ph equilibrado”, precisan en la web.
Así, decidieron fundar allí una bodega en un momento en el que los vinos del Ampurdán “no tenían ninguna reputación ni ninguna implantación en la restauración”. Con todo, Bournazeau intuyó que las características geológicas de su suelo y la cercanía a la Costa Brava y a Barcelona podían hacer que la situación cambiase.
Evolución de Terra Remota
La primera cosecha llegó en el año 2006. “En la primera cosecha hacíamos solo tres vinos: Camino, Clos Adrien y Caminant Blanc”, narra Bournazeau. Transcurridas casi dos décadas, explica este experto, se puede decir que la evolución de Terra Remota ha sido notable. En 2012 obtuvieron la certificación de vino ecológico (la sostenibilidad ha sido uno de sus pilares), y ahora pueden presumir de tener una gama de vinos bastante extensa: cuatro blancos, un rosado y seis tintos.
También ha evolucionado a bien su reputación, ya que exportan su vino a varios países “y cada vez hay más restaurantes que lo tienen”, comenta, sin esconder un punto de orgullo. “El campo también ha cambiado”, añade Bournazeau, con más seriedad en la voz. Así, han tenido que sobreponerse a la crudeza de los incendios y han decidido adaptar sus infraestructuras para afrontar mejor el reto del cambio climático.
Cambio climático
“El cambio climático es una realidad”, explica Bournazeau, con alteraciones evidentes en los ciclos de lluvia como uno de los signos más evidentes. “Nos hemos anticipado. Cuando construimos la bodega, inmediatamente planteamos con el arquitecto unos diseños inteligentes, con sistemas capaces de recoger el agua durante el invierno”, indica. Además, han tomado medidas para alargar la vida útil de la vid y han apostado por introducir abejas para facilitar la polinización de las plantas que tienen en el terreno. Y, arriba, las placas solares del techo les proporcionan “casi la autonomía eléctrica”
El diseño del proyecto se encargó a la empresa de arquitectura e interiorismo de Pepe Cortés, en colaboración con el arquitecto Nacho Ferrer y, según Bournazeau, una prioridad era que se integrase bien en el paisaje.
Respeto, tenacidad y perseverancia
“Como en el poema, se apuesta por una filosofía del trabajo donde prevalecen el respeto, la tenacidad y la perseverancia, como valores esenciales para conseguir los objetivos propuestos”, proclaman en la web. Es una declaración franca, pero no exenta de ambición, como la propia bodega.
“Lo que me gusta es el vino fresco. Pienso que la tendencia general del gusto de la gente ha cambiado mucho. Entre los años 2000 y 2010 la gente buscaba, en particular en Cataluña, vino potente, fuerte, corpulento. Creo que ahora la gente quiere vino de alto nivel, pero con elegancia, con un balance increíble y una tanicidad bastante alta, y sobre todo de un pH de entre 3.3 puntos. Y eso es difícil, es el suelo el que te puede dar”, detalla Bournazeau.
Precio de los vinos
Preguntado por el impacto de la inflación, Bournazeau reconoce que la subida sostenida del coste de la electricidad, del vidrio o del cartón motivó que tuvieran que rectificar el precio de algunas botellas con modificaciones de “casi de 1 euro cada botella”, pero indica que ahora los precios no están en su punto más alto.
Así, la botella de Caminante 2023, que mezcla “mineralidad y elegancia”, cuesta 20 euros, mismo precio que la de Camino 2021. Para hacerse con un Clos Amae hay que gastar algo más, 30 euros, mientras que el Tardor o el E Chenin 2020 se van a los 45 euros.
Menos vino, pero de mayor calidad
El sector del vino español observa el futuro con cierta preocupación, pero Bournazeau, si bien no niega la presencia de los nubarrones, se muestra esperanzado. “Hay campañas anti-alcohol, jóvenes que prefieren beber cerveza… Pero yo soy optimista. Yo quiero dedicarme, desde mi pequeña bodega, al vino de alto nivel. Es muy posible que en el futuro la gente beba menos, pero beberá mejor”, pronostica. Eso implica ventajas, pero también el riesgo de que cualquier vino que ahora sea de nivel medio, resultón, se convierta paulatinamente en “un producto de lujo”.
“La fuerza del vino para resistir a todo esto radica en que no es únicamente un producto de consumo. Es un producto histórico y un centro de cultura, y eso es lo que debemos poner en valor. Cuando los hombres se han reunido alrededor de una botella de vino, muchas veces han sido gentes de reflexión, de poesía, de cultura… Y eso continuará”, zanja.