Un repaso a la publicidad que se hacía del vino y de la cerveza hace 40, 50, 60 o más años nos pondría los pelos de punta: cerveza a tutiplén para niños (sí, para niños sobre los 5 o 7 años más o menos), recomendaciones de beber diariamente y por comida una botella entera de vino o, ya en el terreno de los licores, recomendaciones de meterse entre pecho y espalda un lingotazo de brandy antes de coger el coche para “templar los nervios” o, escopeta en mano, participar en un concurso de tiro. Por no hablar de curarse la gripe bebiendo coñac. Como lo oyes. Puedes buscar en internet, no es difícil encontrarla. Igual que tampoco será difícil que encuentres, en aquellos años, recomendaciones de médicos o deportistas recomendando fumar por aquello de la salud y del rendimiento respectivamente. Eran otros tiempos.
Confieso que con lo del tabaco tenía la esperanza de que en algún momento el enfoque cambiara y de esa forma quedaran expuestas a los ojos de todo el mundo las vergüenzas más depravadas de la publicidad del sector del tabaco. Pero no albergaba demasiadas esperanzas de que pasara así sobre la publicidad relativa el consumo salutífero de las bebidas alcohólicas. Reconozco que jamás hubiera apostado un duro por su fin, a pesar que desde que tengo uso de razón profesional combatí --junto a un escogido y originalmente escaso ramillete de compañeros-- esa clase de mensajes melifluos y complacientes sobre el consumo de bebidas alcohólicas.
'Spain is different'
Sí. Volvemos a los años 60 y a aquel conocido eslogan con el que debutamos como potencia mundial en el sector del turismo: somos diferentes. Por muchas razones. Las hay buenas y las hay malas. Entre las segundas está el saber que, de todas las guías de alimentación saludable del mundo, una de las más conocidas en España, la de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) es la única que a día de hoy presenta el consumo de vino y cerveza como saludable. Sí, la única del mundo. Bueno, la pirámide de la Dieta Mediterránea, asimismo española, también juguetea con la idea alcohólica, eso sí, solo con el vino, la cerveza no aparece.
De esta forma, durante los años dorados, los 80, los 90 y el primer decenio del S XXI (dorados para la industria del alcohol, me refiero) la industria del vino y de la cerveza galopaban a todo tren, con sociedades médicas ejerciendo de generales en sus estrategias de márquetin. Y, al pie del cañón, un ejército de sanitarios --típicamente médicos y médicas-- que, bata blanca en ristre y adiestrados en este o aquel congreso (financiados en parte por el sector), auguraban los mejores beneficios para la salud tras el consumo de vino y cerveza. En aquellos años se crearon los lobbies del mundillo alcohólico (instituciones que, en beneficio de sus propios intereses y camuflando habitualmente su origen, influyen en las administraciones, opinión pública o actividad social) para presionar en acciones políticas y medios de comunicación. En concreto se llamaron FIVIN (la Fundación para el Vino y la Nutrición) y CICS (el Centro de Información Cerveza y Salud). Este último a día de hoy ha cambiado su denominación por FICYE (el Foro para la Investigación de la Cerveza y Estilos de Vida). Instituciones creadas, promovidas y al abrigo de los productores de vino y cerveza respectivamente. Son estas instituciones las que aun intentan que no se les vea el plumero y promueven estudios “científicos” en los que el objeto de estudio es al mismo tiempo el objeto de su negocio. Nada que reprochar, salvo que --a pesar de su maravillosa denominación-- solo publican artículos en los que ese objeto de estudio (y de negocio) salga bien parado. También promueven becas universitarias, impulsan jornadas “científicas” y organizan o ayudan a organizar congresos, que no son de gastronomía precisamente, son, otra vez, “científicos”. Eventos todos ellos con los que “dan cera y pulen cera” a sus productos.
Lo que se sabe sobre las bebidas alcohólicas y que no suele salir en los medios
Tengamos en cuenta algunas de las piedras angulares asociadas a lo que se sabe a día de hoy sobre el consumo de bebidas alcohólicas según un informe de 2020 del Ministerio de Sanidad:
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El consumo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo de enfermedad, siendo el principal factor de riesgo en la población de 15-49 años. En el panorama mundial el 3,8% de las muertes en mujeres y 12,2% en hombres, fueron atribuibles al consumo de alcohol en 2016.
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Contribuye al desarrollo de más de 200 problemas de salud y lesiones, incluyendo enfermedades cardiovasculares, hepáticas, neuropsiquiátricas, y enfermedades transmisibles entre otras.
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Existe una sólida evidencia de la asociación del consumo de alcohol y ciertos tipos de cáncer, con una relación dosis-respuesta positiva con el de cavidad oral, faringe, laringe, esófago, colon-recto, mama (mujer) y hepatocarcinoma; de manera que cualquier nivel de consumo aumenta el riesgo.
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La evidencia epidemiológica no muestra que, en concreto, el consumo de vino y de cerveza, a pesar de contener sustancias que podrían ser potencialmente beneficiosas para la salud, tenga un efecto protector diferenciado en la reducción del riesgo cardiometabólico o de otro tipo. Por tanto, recomendar el consumo de algunas bebidas alcohólicas, atribuyéndoles beneficios diferenciados, no está justificado con la evidencia científica disponible.
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A modo de consejo en virtud del señalado informe y en base a la evidencia científica actual, ningún profesional de la salud o institución debería recomendar su consumo para mejorar la salud.
No, apelar a la moderación o al consumo responsable no es suficiente
No es que no sea suficiente, es que la realidad nos dice que este tipo de mensajes son una entelequia, un imposible complaciente de cara a la galería. Todo el mundo sabe, incluso aquellos que producen bebidas alcohólicas, que el alcohol es una sustancia adictiva y que, como tal, es susceptible de ocasionar dependencia. En este contexto, el documento Prevención de los problemas del alcohol publicado, de nuevo por el Ministerio de Sanidad, afirma, con toda lógica que es absurdo solicitar un consumo responsable o moderado cuando este se refiere a sustancias de carácter adictivo, siendo que, con este mensaje se hace descansar toda la responsabilidad de los posibles efectos negativos al usuario.
Estas coletillas, aunque sean de obligada inclusión por parte de los productores en la publicidad de bebidas alcohólicas resultan ser, además, un brindis al sol. Los mensajes se incluyen porque los anunciantes están obligados, pero es evidente que ni se los creen ni esperan que los consumidores hagan un consumo moderado ni responsable ya que, de otro modo, y muy probablemente, irían a la quiebra y desaparecerían como empresa. En este estudio llevado a cabio en Reino Unido, se puso de relieve que una cuarta parte de las personas que consume bebidas alcohólicas tienen un consumo considerado de alto riesgo o, más directamente dañino. Y resulta que este 25% de consumidores son los que adquieren el 78% de todas las bebidas alcohólicas que se comercializan. Dicho brevemente: si todos los consumidores hicieran un consumo considerado de bajo riesgo (pongamos que moderado y/o responsable), esto supondría la quiebra económica del sector al afrontar pérdidas de 14.000 millones de euros al año.