Al hablar de Nutriscore, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) destaca en primer lugar, en su página web, que más de la mitad de la población adulta española presenta exceso de peso. Ese es el punto de partida. De ese porcentaje, el 16% padece obesidad (según datos del año 2020). Después la Aesan dice que “una de las herramientas de las políticas de salud pública para promover dietas saludables es el etiquetado nutricional”, y que el de Nutriscore es un modelo que cumple los dos requisitos exigidos: “No ser ambiguos o confusos y estar basados en datos científicos relevantes”.
No obstante, la primera afirmación se está volviendo cada vez más cuestionable: Nutriscore no es tan precisa o inequívoca como sería deseable. Recientemente, Consumidor Global se hizo eco de la queja de una cliente que acudió al supermercado y encontró dos bebidas vegetales de arroz de Alcampo exactamente iguales con distintos valores nutricionales: una tenía una B y otra una D. Ahora, el problema se repite con la leche semidesnatada.
Misma leche, distintos valores nutricionales
“Misma leche, mismos valores nutricionales y tratada por la misma empresa, solo que una es envasada para #Lidl y otra para #Aldi. Resultado: una es #Nutriscore A y la otra B ¿Realmente sirve para algo?”, se preguntaba una internauta en la red social X. Adjuntaba una foto que resultaba irrefutable: por cada 100 de producto, ambas tenían 1,6 gramos de grasas (de los cuales, 1,1 g saturadas), 4,7 gramos de hidratos de carbono (de los cuales, 4,7 g azúcares) y 3,1 g de proteínas.
A nivel nutricional, no existen diferencias entre la semidesnatada de Milsani (la marca de lácteos de Aldi, “de origen nacional y siempre a precios bajos”, según su web) y la de Milbona, la conocida marca blanca de Lidl, que también es de origen español.
Cambio de algoritmo
La Aesan también dice en su web que a partir del 1 de enero de 2024 “es aplicable un nuevo algoritmo de cálculo de Nutriscore”. Paloma Quintana es dietista-nutricionista especializada en composición corporal, y cuenta a este medio que, de entrada, considera que los criterios de Nutriscore son una patraña. “Un alimento no es peor porque contenga más grasas. Además, este sistema está basado en criterios aislados de las personas. Hay algunas que se beneficiarán de tener productos con bajo azúcar y otras que no”, señala.
Esta experta, que también es tecnóloga de los alimentos, estima que la diferente clasificación de las leches semidesnatadas podría deberse a que tienen fechas de caducidad o lotes diferentes: en uno, el fabricante habría aplicado ya el cambio y en la otra no. Con todo, también recomienda revisar si los valores son equivalentes en cuanto a la ración, es decir, si ambos son por 100 ml y no “por vaso” o una medida similar. En este caso es así.
Plazo transitorio
Y es que, aunque el algoritmo haya cambiado, se establece “un plazo transitorio de dos años para actualizar la clasificación de los productos que estuviesen en el mercado antes de esa fecha”. Es decir, que la disparidad de nota podría ser simplemente una cuestión de tiempo: una compañía habría aplicado ya el cambio y la otra habría decidido esperar.
Las propias marcas parecen estar teniendo problemas para adaptarse a los nuevos criterios. Así lo revela Dr. Oetker, un gigante de la industria alimentaria que reconoce en su blog (la entrada se publicó el 4 de abril) que es posible encontrar dos paquetes del mismo pudin en polvo… con diferentes valoraciones Nutriscore.
El azúcar, peor valorado
Dr. Oetker explicaba en este post que a partir de ahora los alimentos con mayor porcentaje de azúcar serían peor valorados, y también que se ha reducido el umbral a partir del cual se otorga el primer punto negativo por la cantidad de azúcar. Es decir, que se puede obtener antes un varapalo.
Así las cosas, aunque su intención es ofrecer a los consumidores “la mayor transparencia posible”, Dr. Oetker advierte que la modificación de sus envases “aún llevará algún tiempo”. “Llevamos introduciendo de forma gradual las nuevas puntuaciones Nutriscore en nuestros envases desde 2024. Sin embargo, para asegurarnos de no destruir innecesariamente los envases ya impresos, estos se agotarán con el algoritmo original a finales de 2025”, añaden.
Apurar el plazo
Ahora bien, es difícil creer que sea una preocupación circunscrita a cuestiones de sostenibilidad: qué son unos miles de cartones al lado de unos millones de euros. Es decir, que a Dr.Oetker (y a cualquiera) le interesaría apurar el plazo por lo que pueda ocurrir con las ventas cuando el producto empeore. Pero, de algún modo, eso desinforma, porque el cliente se lleva a casa algo que no es tan sano como cree. Es una puntuación en diferido, fantasma: está y no está.
“Los productos afectados se podrán comprar en los supermercados con diferentes puntuaciones hasta finales de 2025; las puntuaciones antiguas desaparecerán gradualmente”, confirma la empresa.
Frontal engañoso
Quintana considera que no tiene mucho sentido criticar que un producto tenga una A y otro una B, puesto que ambas etiquetas revelan que el producto es saludable. De hecho, apunta que “hay un montón de productos con un frontal engañoso, pero como el consumidor no se entera, no protesta”. Pone de ejemplo el glutamato monosódico que, pronostica, pronto volverá a traer cola.
Además, argumenta que el problema no es solo que Nutriscore no tenga en cuenta el procesamiento del producto o la presencia de aditivos, sino que “evalúa el producto por separado, sin el contexto de la dieta. El consumidor tiene que considerar el conjunto”, afirma. Por eso, creer que este etiquetado es una guía infalible supone un tremendo error.