Si E.T. se pasease entre los lineales de un supermercado español en 2024 y contemplara los procesados "naturales", "caseros" y "artesanos" que llenan las estanterías, se volvería a su planeta en bicicleta. Mientras tanto, en la Tierra, la mayoría de los humanos se guían por los frontales de los envases, meticulosamente ideados y diseñados por la industria alimentaria, a la hora de elegir un producto u otro.
Ante el avance incontenible de la comida envasada, el nuevo libro de la periodista especializada en alimentación y salud Laura Caorsi es una lectura más que recomendable. Imprescindible. Necesaria. Un manual de urgencia para aprender a leer los envases de ciencia ficción y descubrir la realidad interior de los productos. Entrevistamos a la autora de Comida fantástica (Editorial Vergara, 2024), una herramienta de salud pública disponible para todos los españoles en las librerías.
--¿Cuál es la diferencia entre la fantasía que compramos en el supermercado y la realidad que consumimos en casa?
--La fantasía suele ser mejor que la realidad, incluso cuando se trata de productos básicos y saludables. Las fotos, sin ir más lejos, son más vistosas y llamativas que el alimento real. A partir de aquí, la creatividad despega. Hay productos cuyos envases cuentan una historia tan fantástica que poco tienen que ver con la realidad.
--¿Qué falla si Unilever puede llamar a un ultraprocesado de su marca Knorr ‘Sopa de bogavante’ cuando solo lleva un 0,5% de bogavante?
--Falla la legislación, por un lado, y la ética por otro. La ley obliga a detallar la cantidad de aquellos ingredientes que se destacan o usan como reclamo, pero no establece una cantidad mínima para poder hacerlo. Luego queda en manos del fabricante decidir si destaca un bogavante, un pollo o unas nueces cuya presencia no llega ni al 1%. Esta práctica es legal y habitual, aunque no sea ética.
--Engañar al consumidor en los envases de los productos está a la orden del día…
--Engañar al consumidor no es legal. El Reglamento Europeo 1169/2011, que es el que regula la información que se facilita a los consumidores, lo prohíbe de manera expresa. Otra cosa es que se pueda burlar la ley sin infringirla. Los tecnicismos, las interpretaciones de las normas o el uso retorcido del lenguaje ayudan muchas veces a hacer equilibrios en sus límites sin caer en el incumplimiento.
--¿Las grandes multinacionales son las que más publicidad engañosa utilizan en sus envases?
--Tendría que hacer un estudio cuantitativo para responder a esto con propiedad. Lo que sí puedo decirte es que las grandes multinacionales son las que más fácil lo tienen para hacernos soñar con sugerencias, con promesas y sin afirmar nada. Disponen de más recursos para todo, desde conocer a fondo la normativa (y sus debilidades) hasta tener equipos de diseño, marketing y publicidad con expertos capaces de vestir y presentar los productos mucho mejor de lo que son.
--¿Qué categoría de productos se presta más a este tipo de reclamos vacíos?
--Podemos encontrarlos en casi todos porque la competencia en el mercado es feroz, pero, en general, cuanto peores son los productos desde el punto de vista nutricional o gastronómico, mejores relatos necesitan para que les hagamos caso. Obviamente, hay excepciones. Hay productos sanos y de calidad que caen en estas prácticas, y ultraprocesados que van de frente y que no disimulan lo que son. Pero lo más habitual es encontrar falsos saludables, falsos caseros, falsos de pueblo o falsos bogavantes.
--Dígame un caso de un etiquetado de ciencia ficción que le venga a la mente…
--Uno que me llamó mucho la atención es el del aceite de oliva sin grasas ni calorías. Esto, en rigor, es imposible porque el aceite es grasa y aporta 9 kcal por cada 100 gramos. Sin embargo, en la tabla de información nutricional, el valor en ambos casos era cero. No se trataba de un error ni de una novedad tecnológica, sino de una interpretación creativa de las normas. Resulta que este producto se comercializa en EE UU, donde los valores nutricionales se pueden presentar por ración y donde el tamaño de la ración la decide cada fabricante. Así, para este aceite en spray, el fabricante había establecido que la ración era un disparo de 1/3 de segundo. Lógicamente, en una ración tan pequeña, los valores son tan bajos que se pueden redondear en ceros. Este caso me parece una muestra clarísima de cómo la legislación delimita el terreno de la fantasía y condiciona la percepción que tenemos sobre los productos.
--¿Cuáles son las estrategias de seducción más utilizadas en los envases?
--Hay muchas, que van desde mejorar la imagen del producto con fotos retocadas o diseñar envases para que nos den a entender, por ejemplo, que adelgaza o que es artesanal, hasta presumir de ingredientes que casi no tiene o distraernos con declaraciones nutricionales para que parezca saludable o necesario en la dieta, aunque sea malsano. También se usan mucho las palabras evocadoras que no significan nada, y se busca el aval de personajes famosos, de cocineros o de instituciones sanitarias a pesar de llevar ingredientes baratos o de tener un mal perfil nutricional.
--¿Cómo puede protegerse el consumidor de este tipo de artimañas de la industria?
--Lo primero y más importante es tener claro que el frontal de los envases es publicidad. Lo que vemos allí son reclamos, fotos, eslóganes… pero no información. Y, por tanto, que a la hora de elegir hay que pensar en 3D: mirar los otros lados de la caja, de la bolsa o la botella en busca de la información de valor. Antes de comprar deberíamos conocer el nombre real del producto, su lista de ingredientes y su composición nutricional.
--Pero si se guía por impulsos, no se va a poner a leer, ¿no?
--Buscar y leer la información es imprescindible si quieres saber lo que estás comprando. De lo contrario, estás eligiendo fotos y relatos fantásticos. Elegir la mejor narrativa alimentaria no implica elegir el mejor alimento.
--¿Una legislación que filtrase y vetase los engaños no sería más práctico?
--Sí, pero no hay por qué elegir entre una cosa o la otra. La legislación debería revisarse y afinarse, a la luz de los huecos que vemos, pero también las personas deberíamos recibir educación nutricional para saber interpretar correctamente la información. No es educación o regulación, son ambas.
--El etiquetado real de la sopa Knorr sería ‘Crema de almidón con un toque de harina y grasa de palma’, pero Unilever nunca lo permitiría…
--Porque la ley le ampara en ese aspecto. Como te decía antes, que una práctica sea poco ética no significa que sea ilegal. A las empresas podemos pedirles transparencia y buenas prácticas, pero la manera de asegurarse de eso es yendo a la raíz del problema: ajustar lo que permite y lo que no permite la legislación.
--¿Los etiquetados reales son misión imposible?
--Yo creo que no. De hecho, el etiquetado y la información nutricional tienen información real, útil y necesaria. Lo que hace falta es mejorar su presentación, para que sea más amigable y fácil de leer, y restringir la fantasía excesiva, esa que coquetea con la mentira y el engaño.
--Acertar el porcentaje justo de un ingrediente guiándose por el envase es realmente complicado…
--Acertar con cualquier cosa de un producto guiándose solo por el frontal del envase es complicado, y esto incluye los porcentajes de sus ingredientes destacados. El de la crema de bogavante que decías tú es uno, pero hay muchísimos más ejemplos de alimentos y bebidas que presumen de ingredientes que prácticamente no llevan, mientras dan cuenta de los ingredientes más abundantes y menos apreciados en letras pequeñas y en la parte de atrás.