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Las guías de alimentación saludable no deberían ser un contenido solo de primaria

Las guías más modernas de alimentación saludable son la piedra angular de las recomendaciones en salud a través de la alimentación. Sin embargo, buena parte de la población general las asume como un contenido simplista e infantiloide

Juan Revenga

El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga ofrece consejos sobre alimentación / FOTOMONTAJE CG

Si eres joven o si tienes hijos en edad escolar, habrás comprobado que es principalmente en Educación Primaria y también --pero no tanto-- en Educación Secundaria cuando los menores reciben información sobre alimentación saludable. Estos contenidos se apoyan siempre en una serie de infografías conocidas en general como pirámide, triángulo o plato de la alimentación saludable. Los adultos, también en general, tenemos cierto conocimiento de estas herramientas, pero habitualmente las consideramos como un recurso infantil o incluso naíf.

No obstante, la información contenida en este tipo de iconografías es --o debería ser más bien-- el eje central sobre el que articular nuestro día a día alimentario. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. En lo que respecta a recabar información, la mayor parte de nosotros se deja asesorar por los abigarrados contenidos en redes sociales o por los de la publicidad, llenos en muchos de los casos de tecnicismos y, en no pocas ocasiones, de absurdeces sin pies ni cabeza. Podría decirse que en lo que se refiere a la confianza en la información, aquella que es sencilla nos parece simple y en cierto modo incompleta y, por tanto, terminamos buscando la complejidad de explicaciones que den lustre a mensajes que maldita la falta que hacen. Y esto es un error ya que las guías alimentarias son, bien entendidas, clave para entender cómo hemos de relacionarnos con las distintas opciones alimentarias.

No todas valen

Antes de continuar, déjenme dar un dato para el debate y la controversia: no todas las guías alimentarias son iguales. Las hay válidas, regulares y también las hay inapropiadas. Y no me refiero al formato, eso es evidente, ya que tenemos pirámides, platos, triángulos y, en resumen, un casi infinito etcétera de iconos gráficos que ilustran las también casi infinitas guías alimentarias. Digo que no todas son iguales en especial en lo que refiere a su contenido o al mensaje que trasladan. El origen de tanta disparidad en los mensajes alimentarios tiene dos orígenes posibles. Por un lado, es habitual que muchas guías alimentarias, aunque sean de reciente cuño o edición, no sean más que un corta-pega de guías anteriores concebidas en el contexto del conocimiento del siglo pasado. Así, por mucho que se trate del novedoso lanzamiento de unas guías alimentarias de una conocida sociedad científica, algunas guías pueden ser herramientas absolutamente trasnochadas.

Por otro lado, la validez del mensaje de las distintas guías también puede estar sesgado en virtud de los intereses que hayan motivado su creación. Sé que puede resultar un elemento frustrante, pero es necesario conocer que los intereses detrás de una determinada guía no responden siempre a cuestiones de salud pública, sino que también pueden --y en cierta medida suelen-- responder a cuestiones políticas y económicas, incluyendo o posicionando determinados grupos de alimentos que no deberían estar en el lugar que ocupan (así lo pone de manifiesto El Libro Blanco de la Nutrición en España en su página 215).

Estas son las guías alimentarias en las que puedes confiar

Teniendo en cuenta todo lo dicho y apostando por la sencillez como objetivo, se pueden identificar dos características que adornan a las mejores guías alimentarias:

  • Ponen el foco en las opciones vegetales como verduras, hortalizas y frutas a diferencias de las guías alimentarias de otro tiempo (a pesar de que se hayan publicado recientemente) cuya base o centro estaba focalizado en los alimentos de origen cereal o incluso ricos en hidratos de carbono.

  • Señalan de forma acusatoria y a las claras a aquellas opciones menos convenientes o, directamente, malsanas. Haciendo bueno el dicho de que “no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia”, en el terreno de la alimentación ocurre parecido. Es mucho más efectivo preocuparse por dejar de hacer las cosas mal que por incluir opciones adecuadas. Así, y en este sentido, las mejores guías señalan tanto a las opciones ultraprocesadas, como a las bebidas alcohólicas, que han de quedar claramente identificadas como inconvenientes.

Entre las guías alimentarias que mejor cumplen estas características cabe señalar el Plato de la Alimentación Saludable de la Escuela de Salud Pública de Harvard, el Triángulo (invertido) de la Salud Belga, las guías oficiales de Suecia o la pirámide de creada por el Colegio de dietistas-nutricionistas de Andalucía.

Más importantes de lo que crees

Si a pesar de lo dicho, las guías de alimentación saludable dirigidas a la población general te siguen pareciendo un tema para niños, déjame decirte algo. Imagina que tienes en tus manos tres guías de alimentación saludable dirigidas a sendos colectivos de enfermos o pacientes. Imagina, por tanto, que tienes las guías de la Asociación Americana de Diabetes, las de la Asociación Americana del Corazón y las del Fondo Mundial para la investigación del Cáncer. Pues bien, si les quitas las tapas a cada una de estas guías, las copias todas y les das el mismo formato, te aseguro que nadie podrá distinguir unas de otras.

¿La razón? Es sencilla, las recomendaciones que se dan sobre dieta y alimentación para el tratamiento y prevención de la diabetes, de las enfermedades cardiovasculares y para el cáncer son virtualmente idénticas. Como idénticas son también estas a las recomendaciones que se encuentran en las guías dirigidas a la población general. Esas mismas que estudian tus hijos en primaria (siempre que sean de aquellas que están actualizadas, claro). Como ves, las guías alimentarias no son un juego de niños. A pesar de que muchas veces se observen como tal.