“¿Qué pasaría si los envoltorios de los alimentos mostraran exactamente la proporción de cada ingrediente por separado?”, se pregunta Miguel Mateo Ceballos, especialista en seguridad alimentaria, a raíz de una serie de publicaciones en Twitter donde los etiquetados ‘reales’ de los alimentos retratan a multinacionales como Unilever y a marcas tan populares como Gallina Blanca.
Lo cierto es que el interés de los consumidores por conocer la información nutricional y la composición de los productos que compran en los supermercados ha ido en aumento, pero los etiquetados de estos productos siguen repletos de reclamos vacíos. Por eso ahora se cuestiona más que nunca la transparencia y honestidad de las empresas a la hora de diseñar sus envoltorios.
La crema de almidón de Knorr
Todo empezó con un meme sobre la Nutella, y el asunto ha derivado en un movimiento que utiliza el hashtag #etiquetareal que deja en mal lugar a marcas tan conocidas como Knorr, de la multinacional británica Unilever.
El mejor ejemplo de la precaria información que reciben los consumidores es la crema de bogavante de Knorr. Esta crema, tal y como muestra su envoltorio ‘real’, debería llamarse “crema de almidón con un toque de harina, grasa de palma y un 0,5% de bogavante”, pues estos son sus ingredientes en sus correspondientes porcentajes.
La leche Puleva con un 0,1% de avena
También se lleva la palma Puleva con su leche desnatada. En el envase que pueden encontrar los consumidores en el supermercado, la marca destaca la presencia de avena con letras mayúsculas.
Pero la realidad es que la avena se encuentra en una cantidad ínfima en esta leche desnatada de Puleva: tiene un 0,1% de avena para ser exactos, pero eso no lo destacan en el frontal del tetrabrik.
La crema de harina de Gallina Blanca
La crema de champiñones de Gallina Blanca, marca que pertenece al Grupo Agrolimen es en realidad crema de harina, almidón, glutamato, fécula de patata, sal y algún champiñón en cantidades irrisorias (1,2%).
“¿Así sería el etiquetado alimentario ‘real’? ¿Deberíamos fomentar cambios en el etiquetado”, se pregunta el experto en seguridad alimentaria. La respuesta parece evidente.