Si hay algo que demuestra que ha llegado el frío, esa es la vuelta a los platos de cuchara. En concreto, en España somos mucho de cocinar las legumbres de esta manera. Y es que si analizamos las recomendaciones nutricionales de los expertos, mínimo habría que alimentarse de estas por lo menos por tres veces a la semana.
No es de extrañar que las lentejas se hayan convertido en un plato básico imprescindible en nuestra dieta y gastronomía española. Un alimento que curiosamente no suele encantarnos en la infancia, pero que llegados a cierta edad agradecemos que nuestra madre o abuela lo cocinen para rescatar un delicioso tupper para nuestra nevera.
¿Cómo deberíamos cocinar nuestras lentejas?
Luis Alberto Zamora, nutricionista y experto divulgador de contenidos sobre alimentación y bienestar, ha revelado el error fatal que cometemos los españoles con este plato. Y es que según él estamos cometiendo un "fashion faux pas" gastronómico al añadir chorizo o morcilla a estos platos, transformando una receta saludable en algo que dista mucho de serlo.
Si bien el chorizo y la morcilla forman parte de nuestra tradición culinaria y evocan un aire nostálgico a pueblo y sabores tradicionales, debemos considerarlos como un accesorio llamativo que no siempre encaja en los platos saludables.
La morcilla y el chorizo, unos invitados poco deseables en las lentejas
Aunque estos embutidos son ricos en hierro, su naturaleza como carnes ultraprocesadas los convierte en ingredientes que deberíamos usar con extrema moderación. En palabras del experto: “Ni el chorizo ni la morcilla deberían formar parte habitual de nuestra alimentación”, comenzaba explicando.
“Las carnes rojas, o aquellas preparaciones que tienen sangre como ingrediente, como es el caso de las morcillas y los chorizos, son las que más hierro aportan. Pero por la cantidad y el tipo de grasa que contienen —así como por ser carnes procesadas en el caso de la morcilla y el chorizo— no son alimentos que se puedan consumir regularmente. Ni siquiera deben tener presencia semanal en nuestra alimentación”, zanjaba sobre su alto contenido en grasas saturadas y calorías.
El error fatal que cometemos en la gastronomía española
¿El dato que más impacta? Un plato de lentejas con verduras aporta apenas 127 kcal y 0,6 gramos de grasas saturadas, mientras que añadir chorizo dispara el recuento calórico a 333 kcal y 10,1 gramos de grasa saturada.
Para lucir un plato realmente saludable, Zamora recomienda seguir una dieta mediterránea, elegante y adaptada a los nuevos tiempos, basada en un sofrito clásico con ajo, cebolla, pimiento y tomate, al que se pueden sumar verduras como zanahoria, calabaza o incluso patata. Este giro no solo mejora la composición nutricional, sino que también potencia los sabores del plato, creando un equilibrio perfecto entre confort y elegancia culinaria sin añadir calorías extra.
Cómo absorber mejor el hierro de las lentejas
Aprovechar al máximo los beneficios de las lentejas requiere un pequeño ajuste que puede marcar la diferencia: añadir un toque ácido. “Un chorrito de limón, un poco de vinagre o incluso acompañar el plato con una naranja de postre ayuda a que el hierro de las lentejas se absorba mejor", explica Zamora de cómo no hay necesidad de añadirle más embutidos o hidratos de carbono tales como el arroz a este palto. Este detalle no solo añade sofisticación a tu plato, sino que también lo convierte en una auténtica fuente de proteínas para tu organismo.
La morcilla: un clásico culinario para consumir con moderación
La morcilla, un producto tradicional con gran protagonismo en la gastronomía española, destaca por su sabor único y su versatilidad en recetas regionales. Sin embargo, su valor nutricional y contenido calórico nos invitan a consumirla de manera responsable y esporádica.
En términos de vitaminas, la morcilla no es una fuente destacada, aunque contiene algunas del complejo B en cantidades moderadas. Su nutriente principal es la grasa, lo que le otorga un aporte energético muy elevado.
Un icono regional
En España, la morcilla ha alcanzado un estatus comparable al del chorizo, convirtiéndose en un elemento esencial en platos tradicionales de múltiples comunidades autónomas. Asturias, Canarias, Cantabria, Extremadura, Galicia, La Rioja y gran parte de Castilla-La Mancha y Castilla y León destacan por su variedad de recetas con este ingrediente. La morcilla de Burgos, por ejemplo, es famosa por su preparación con arroz y suele servirse frita en rodajas. En Cataluña y Baleares, este papel lo desempeña la butifarra negra, una alternativa local con características similares.
Morcilla y sus peligros para la salud: grasa y socio
Contrario a lo que muchos piensan, la morcilla no es intrínsecamente perjudicial cuando se consume de forma adecuada. Contiene solo 18 mg de colesterol por cada 100 gramos, una cifra baja en comparación con otros embutidos que no llegaría a ocasionar perjuicio si se consume una única vez al mes. Y es que su densidad calórica y alto contenido en grasas exigen precaución, especialmente para quienes buscan mantener una dieta equilibrada.
Otro aspecto a considerar es su elevado contenido de sodio, derivado del proceso de elaboración. Esto puede ser un problema para quienes necesitan controlar la ingesta de este mineral, como personas con hipertensión arterial. El exceso de sodio está asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares, por lo que la moderación en el consumo es fundamental.