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Las bodegas se reinventan para combatir la caída del consumo: el vino sin alcohol coge fuerza

A pesar de que en España continúa siendo muy minoritario, cada vez más marcas se lanzan a producirlo para intentar conquistar a nuevos públicos

Juan Manuel Del Olmo

Vinos sin alcohol de la bodega Grandes Vinos / D.O. CARIÑENA

El vino es mucho más que una bebida: con el paso de los siglos se ha erigido en una seña de identidad de muchas regiones, como un icono de su historia y su economía. Antaño era algo casi mágico, y ahora está presente en las fiestas populares más sencillas y en las cenas más exclusivas, en vasijas griegas o en El triunfo de Baco de Velázquez y en La Merienda de Goya. Por eso, al arrancarle el alcohol, se arranca parte de su alma. Pero lo cierto es que la tendencia del vino sin alcohol o desalcoholizado es cada vez más fuerte.

Buena prueba de ello es la reciente inversión que han realizado las Bodegas Juan Gil en vino 0,0 y bebidas con bajo alcohol. La empresa, enclavada en el Valle de La Aragona, dentro del término murciano de Jumilla, es un referente en la zona, de modo que este movimiento supone un aviso para navegantes. Según recoge el diario Expansión, Juan Gil vira hacia este tipo de bebidas para tratar de esquivar la caída del consumo.

“Nos toca adaptarnos”

Durante siglos, el vino ha estado presente en celebraciones, comidas familiares y reuniones sociales. Al quitarle el alcohol, se percibe que se está alterando esta tradición. Pero puede que no quede alternativa. “Si se demanda vino bajo en alcohol, pues hay que elaborarlo; nos toca adaptarnos”, decía con cierta resignación Ángel Gil Vera a La Verdad de Murcia a principios de septiembre.

Disfrutando 0,0, el vino sin alcohol de JUAN GIL / BODEGAS JUAN GIL

La bodega lanzó su primer sobrio en junio de 2023, y aseguró entonces que se trataba de un vino que "garantiza una experiencia sensorial completa" en un contexto en el que "todos tratamos de llevar un estilo de vida más equilibrado y saludable". "Una sorpresa perfecta para aquellos que desean disfrutar del sabor de un vino elegante y de calidad, sin tener que preocuparse por los efectos del alcohol", añadían.

Presencia en los restaurantes

En esta línea, Levante publicaba en marzo que en la carta de algunos restaurantes valencianos ya se colaban vinos de la bodega Win Sin Alcohol, del grupo Matarromera y presidida por Beatriz Moro.

Es posible que cada vez sean más: según los pronósticos del informe de mercado de Global Market Reports de Low-Alcohol el consumo de vinos sin alcohol crecerá en torno al 7% anual entre 2023 y 2027.

Una persona sostiene una botella de vino tinto joven / FREEPIK - @pvproductions

Cómo se elabora el vino sin alcohol

En España, la cuota actual de consumo de vinos sin alcohol es mínima, pero a algunas bodegas les interesa producirlo para exportarlo a Reino Unido o Estados Unidos. Hace un tiempo, Consumidor Global se hizo eco de esta tendencia recogiendo las palabras de varios expertos. En primer lugar, desde la Taberna Sin aclaraban que el vino sin alcohol no es mosto. De hecho, no tiene nada que ver.

A grandes rasgos, el proceso consiste en una deconstrucción: “El vino se desmonta, por explicarlo para que todo el mundo lo entienda, y después se añaden los aromas”, sintetizaba Quesada. Pero no es sencillo: “En el vino hay muchas sustancias volátiles, y ese es el caballo de batalla. Al quitarle el alcohol le puedes quitar muchas otras cosas”. Y si lo haces 0,0, le quitas todavía más”. Por eso, un vino con 0,3% o un 0,4% de alcohol puede tener mejor sabor que uno que no lleve absolutamente nada.

Potencial de la categoría

Grandes bodegas como Codorníu creen firmemente en el potencial de esta categoría. “Hasta hace poco, las opciones de vino sin alcohol en España eran pocas, pero la situación ha cambiado claramente y grandes bodegas del país, no solo Codorníu, están lanzando muy buenos vinos sin alcohol”, decía un representante de la entidad a Interempresas.

Ahora, el reto pasa por la tecnología: ser capaces de desarrollar e implementar correctamente técnicas para que el proceso de eliminación de alcohol sea lo menos dañino posible, de modo que las diferencias sensoriales y organolépticas sean cada vez menores.