Entre Valladolid y Reikiavik, la capital de Islandia, hay más de 4.000 kilómetros de distancia. A ambas las separa un océano, un abismo a nivel idiomático y un mundo a nivel sociocultural. Sin embargo, hay un hilo finísimo y ambarino que podría unirlas: el del hidromiel, una bebida que los vikingos ya disfrutaban en la Edad Media y que hoy se produce en La Cistérniga, un municipio ubicado a quince minutos de la capital castellanoleonesa. Quien se encarga de preparar y comercializar este brebaje es el equipo de Beekinga.
Esta es una empresa de jóvenes dispuestos a plantar cara al imperio de la cerveza y el vino, predominante en la zona. “Beekinga es artesana, es joven y es tradición, pero también es innovación”, proclaman en su web. También dejan claro que lo que hacen no es cerveza artesana, sino hidromiel, una bebida totalmente distinta realizada a base de agua, miel, y hierbas aromáticas. Fermín Pinacho es su fundador y director.
Cómo surgió Beekinga
Si los griegos tenían a Amaltea y los romanos a la Loba Capitolina, la tradición nórdica recoge que Heiðrún era una cabra de cuyas ubres no manaba leche, sino hidromiel, un néctar que después tomarían los dioses en Asgard y los guerreros caídos que descansaban en el Valhalla. Desde luego, para Beekinga no ha habido ningún surtidor mágico, ni siquiera una tradición asociada al producto a la que aferrarse, sino esfuerzo, ensayo y error.
“Yo tenía afición por hacer este tipo de bebidas desde que era un chaval”, cuenta Pinacho a Consumidor Global. Al volver de los campamentos de verano, relata, “se puso de moda hacer cerveza con el típico kit que vendían por internet, que ni siquiera llevaba malta de cebada ni lúpulo, sino una especie de jarabe ya hecho”, recuerda. Dispuesto a mejorar su fórmula, en cierto momento decidió sustituir este jarabe por miel “para ver qué conseguía obtener”.
Una bebida “para dar a probar a los amiguetes”
“La verdad es que tuve cierta suerte”, reconoce Pinacho: las primeras veces le salió una cosa “curiosa y potable”, pero nada más, y por supuesto restringida al coto del hobby. “Hacía una tirada al año, como mucho, para dar a probar a los amiguetes y demás”, cuenta.
La cosa floreció, como tantas otras, durante la pandemia. “Me dio por experimentar metiendo hierbas aromáticas y haciendo tiradas con más regularidad”. Y el producto que salió gustó a sus amigos. Mucho. “De hecho, uno de ellos me acabó convenciendo para fundar Hidromiel Beekinga y es uno de mis socios actuales”, revela Pinacho.
Prueba y error
Ninguno de los fundadores venía del sector agroalimentario ni del de las bebidas. Así, antes de lanzarse a comercializar su hidromiel, Pinacho reconoce que tuvo que hacer “20 o 25 lotes, fácilmente” hasta dar con el sabor deseado. “Para ajustar las cantidades, tanto de miel, como de especias o de fruta que se quiera añadir, siempre hay que hacer retoques”, afirma.
Nada de Hogsmeade ni Midgard: todo se elabora en Valladolid. En 2021, relata Pinacho, empezaron a producir en Peñafiel, y después pasaron a hacerlo en las instalaciones de La Cistérniga, de donde salen, aproximadamente, 45.000 botellines al año. Tienen cuatro variedades: hidromiel Tostada, Lavanda, Romero y Frutos Rojos. Todas tienen entre 5 y 6 grados de alcohol. El pack de 6 botellas de cristal de 33 centilitros se puede adquirir por entre 21,99 y 25,99 euros.
Lavanda, la más querida
“MI favorito es el de lavanda. Me gusta especialmente porque para elaborarla utilizamos miel local y el toque de lavanda lo hace único. Todo lo que lleva es producto de proximidad, así que estamos muy orgullosos”, cuenta Pinacho. También triunfa fuera: esta variedad ha ganado varios premios internacionales, el último, una plata en la Copa de México de Hidromiel.
Venden a toda la Península Ibérica y Baleares a través de su web. “Es la manera más fácil de acceder. También estamos en Amazon”, dice Pinacho, además de en algunos bares “más alternativos” de Valladolid y Madrid, en Canarias y en otros puntos de España.
Qué lleva el hidromiel
No hay demasiados secretos: el hidromiel es una bebida fermentada de mosto de miel. Se diferencia de otras bebidas alcohólicas en que el mosto se hace con miel, así que “puedes calibrar la cantidad de miel que le añades al principio”, dice el fundador de Beekinga, y ajustar de ese modo el dulzor.
“Está solo parcialmente fermentado. Hay algunos vinos que se hacen de esta manera, pero en general, en el mundo de las cervezas es bastante más raro encontrarte alguna que no esté fermentada hasta el final”, señala.
Una bebida con potencial
Preguntado por el potencial de la bebida, Pinacho responde que, desde que empezaron, están manteniendo un crecimiento de x2 al año, “y lo que nos gustaría es poder mantener ese ritmo, aunque cada vez es más difícil porque las cifras empiezan a ser más importantes”, expone.
Con todo, asegura que el del hidromiel “es un mercado que está por descubrir”, y que la mayoría de la gente se sorprende mucho al probar el producto. Ellos mismos lo comprueban cuando acuden a ferias y tienen contacto directo con los clientes. “Es bastante grato ver las reacciones. Es una bebida fácil, dulce, que desde el principio entra bien, no como la cerveza o el vino”, argumenta, más culturales y cuyos primeros tragos, en muchas ocasiones, “cuestan, tienes que acostumbrar el paladar”.
Crecimiento de la empresa
A nivel personal, lo más satisfactorio para Pinacho ha sido ver cómo ha germinado su empresa. “Desde la cocina de mi casa hasta el punto en el que estamos ahora. Cada vez que encuentro un botellín por ahí, en cualquier parte, para mí es un motivo de alegría”, afirma Pinacho. Además, reivindica cómo ellos se lo han guisado sin maestros y sin un recetario canónico al que acudir para orientarse.
“Algunas personas nos dicen que qué bien que hayamos recuperado esto ‘tan tradicional’. Pero la verdad es que la parte de la tradición, en nuestro caso, estaba completamente perdida: no ha habido nadie que hiciera hidromiel aquí que me haya enseñado cómo lo hacía él. No he tenido maestros que me permitan decir que he seguido una tradición. Ha sido más bien un redescubrimiento o una recreación de una cosa que sí tiene bastante historia, pero que aquí se había perdido por completo”, afirma.
Atención de los grandes grupos
Como sucede en otros sectores, los grandes halcones están siempre oteando qué nuevos animales aparecen en el campo. Y el tirón del hidromiel no ha pasado desapercibido para ellos: “Ya hemos tenido algún contacto, muy experimental, con algún gran grupo cervecero”, admite Pinacho, sin mencionar el nombre de la marca.
Así, puede que de aquí a un tiempo Mahou San Miguel o Hijos de Rivera decidan fletar sus drakkars para tratar de conquistar las llanuras ignotas del hidromiel. “Esperemos que para entonces estemos lo suficientemente bien posicionados como para poder sobrevivir”, ríe.
Con qué maridar el hidromiel
En cuanto al maridaje, no hace falta darse un atracón como si se recrease un banquete presidido por Odín: Pinacho indica que cuando realizan catas suelen acompañar su Beekinga con quesos, ahumados, frutos secos o incluso con postres, puesto que, al ser dulce, funciona bien.
Solo falta brindar. Cualquier excusa, una chorrada puede ser buena para hacerlo, pero Fermín lo haría “por el equipo de Beekingos”, al que agradece “su tiempo, esfuerzo y entusiasmo”. Skål.