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Baló, el restaurante nacido de una historia de amor, cada vez más cerca de la estrella Michelin

Consumidor Global se sienta a la mesa del establecimiento que aúna la gastronomía de Barcelona y de Londres, una parada imprescindible antes de que su éxito lo haga aún más exclusivo

Ana Carrasco González

Ricky Smith y Lena María Grané, los chefs del restaurante Baló / INSTAGRAM

Al cruzar la entrada del restaurante Baló, ubicado en el barrio de Les Corts en Barcelona, queda claro que este no es un establecimiento convencional. La fachada discreta y el estrecho pasillo desemboca en un comedor que ofrece una bienvenida sobria pero, al mismo tiempo, invita a una experiencia gastronómica cuidadosamente planeada. Con solo once mesas y una decoración minimalista, el espacio genera un ambiente íntimo, ideal para quienes buscan una cena sin distracciones, centrada en la cocina de autor.

Mi visita coincidió con la celebración de mi aniversario en pareja, lo que añadió una expectativa personal a la experiencia. Sin embargo, dentro ya había una historia de amor que fue germen de este restaurante. Baló es el resultado de la relación de Ricky Smith y Lena María Grané, dos enamorados que han sabido fusionar sus trayectorias culinarias y sus orígenes. El británico y la catalana, ambos chefs y copropietarios, soñaron hace diez años, entre los vapores, ingredientes y largas jornadas de trabajo en el prestigioso restaurante londinense Galvin La Chapelle, con algo propio donde pudieran fusionar lo mejor de sus respectivas culturas, donde cada plato contara una historia, la suya. Y a ese sueño lo llamaron Restaurante Balò. 

Suenan las quinielas de la gala Michelin con estrella

Baló ha sido galardonado con el Bib Gourmand de la Guía Michelin, un reconocimiento que refleja el nivel de calidad y consistencia de su propuesta gastronómica. Este sello de prestigio sitúa al restaurante en el radar de la alta cocina, y no son pocos los que predicen que podría recibir su primera estrella Michelin próximamente, un logro que parece cada vez más cercano. Sin embargo, con el inevitable ascenso en el firmamento culinario, es probable que también aumenten sus precios, lo que convierte a Baló en una parada imprescindible antes de que su éxito lo haga aún más exclusivo.

El pasillo de Baló que desemboca en el comedor / BALBÓ

Una vez sentados en la mesa, la luz tenue de una pequeña lámpara mantenía una atmósfera acogedora y funcional. Pocos adornos y una cocina abierta desde donde se pueden observar los últimos toques en cada plato. Entre los comensales, era evidente el interés internacional que ha despertado Baló. La sala contaba con una pareja argentina y otra irlandesa, además de un grupo de amigos asiáticos. Un detalle interesante que demuestra la capacidad del local para atraer a una clientela diversa, en parte gracias a la conexión entre Barcelona y Londres que define su historia.

Pruebo su menú 

Una camarera espontánea y afable, Judith, nos atiende esa noche, explicándonos con entusiasmo cada detalle del menú degustación bien estructurado, diseñado para mostrar la creatividad y precisión de sus creadores. Optamos por el menú de 65 euros, acompañado de una botella de vino El Sender de 2021, un complemento perfecto que resaltaba los sabores y las técnicas de los platos.

El comedor de Baló / BALÓ

El menú degustación comenzó con una entrada sencilla, pero impactante: pan de masa madre con mantequilla. A partir de ahí, cada plato fue una demostración de la capacidad técnica y el compromiso con los ingredientes de temporada. Uno de los primeros fue la caballa curada con remolacha, mora y ricotta ahumado, una combinación equilibrada de frescura y acidez. El menú no solo sorprende por su variedad, sino también por su cohesión. Platos como el margret de pato con croqueta de pato, ciruelas y maiz, muestran una cocina bien pensada, donde cada elemento tiene un propósito. Los postres, como el Raspberry Ripple, una tarta de queso con merengue y menta, cierran la experiencia con un toque de creatividad que confirma el nivel de sofisticación de Baló.

Mucho más que una cena exquisita 

En su carta, tres menús estructurados –menú Baló (65 euros), menú degustación (100 euros), menú mediodía (28 euros)-- permiten a los comensales descubrir el equilibrio perfecto entre sabores arriesgados y reconfortantes, siempre con un toque de frescura y modernidad. Desde el huevo de codorniz con pasta katafi y emulsión de curry hasta el pastel de queso con merengue y menta, el menú degustación es un recorrido por las técnicas más refinadas y la esencia de su cocina a cuatro manos.

Cuando finalizamos la cena, Ricky se acercó a saludarnos, un gesto que añade un toque personal y demuestra su compromiso. Al salir, nos llevamos mucho más que una cena exquisita; nos llevamos la historia de una pareja que ha sabido convertir su pasión en algo tangible, algo que se puede ver, oler y saborear. Y mientras nos alejábamos por las calles, con el paladar aún vibrando de la experiencia, no pudimos evitar pensar que el amor, como la buena cocina, necesita tiempo, esfuerzo y dedicación. Y en Baló, esos ingredientes no faltan.